miércoles, 12 de agosto de 2020

MIR: 55 AÑOS JUNTO AL PUEBLO, HACIENDO CONCIENCIA Y LUCHANDO POR LA REVOLUCION – Parte III



  
“El MIR se organiza para ser la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile que buscan la emancipación nacional y social. (…) se considera (…) heredero de las tradiciones revolucionarias chilenas y el continuador de la trayectoria socialista de Luis Emilio Recabarren (…). [Su] finalidad es el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigidos por los órganos del poder proletario, cuya tarea será construir el socialismo (…). La destrucción del capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las clases antagónicas” Declaración de Principios del MIR, 15 de agosto de 1965
                                                              

El Congreso de Unidad Revolucionaria y nacimiento del MIR: 14 y 15 de agosto de 1965

Si bien la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR tiene como fecha de inicio cronológico el 15 de agosto de 1965, en que se oficializa su constitución ante el movimiento popular y la opinión pública chilena, es importante subrayar que su origen no es el producto de una situación específica o del actuar de hombres aislados. A la formación de ésta inédita organización revolucionaria le antecede un proceso de desarrollo y decantación ideológica, práctica política y reagrupamientos que confluyen en un momento histórico concreto a la constitución de la misma y que intentamos resumir antes.

Miguel y otros jóvenes rebeldes, desde la revista Vanguardia, fueron activos convocantes de sectores y militantes revolucionarios a fin que participaran en el Congreso de Unidad Revolucionaria que se realizaría en Santiago, el 14 y 15 de agosto de 1965, y cuya Comisión Organizadora era dirigida por el destacado líder sindical Clotario Blest. Asimismo, representantes de Vanguardia Revolucionaria Marxista-Rebelde VRM-R (El Rebelde Nº 31) y del Partido Socialista Popular PSP llamaban el mes anterior a constituir el, "partido unido de las fuerzas revolucionarias".  

El Congreso Constituyente se realiza los días mencionados, en un local de la Federación del Cuero y Calzado -con influencia de compañeros anarquistas del grupo "Libertario", encabezado por el también dirigente nacional de la CUT Ernesto Miranda- ubicado en calle San Francisco Nº 269. Asisten cerca de 90 delegados de diversos lugares del país (los de la zona norte no pudieron llegar por problemas de locomoción), la gran mayoría procede de Santiago y Concepción. Estos últimos viajaron durante toda la noche anterior en una destartalada "micro" de recorrido local penquista; las peripecias en el camino les hicieron llegar tarde.

L@s asistentes representaban a diversas organizaciones políticas y sociales de la izquierda revolucionaria: VRM-R, donde destacaban los tres Enríquez Espinosa, el Bauchi, Luciano, ‘Bombita’, Andrés Pascal Allende, el Trotsko Fuentes, etc.; el Partido Socialista Popular PSP, integrado fundamentalmente por sectores trotskistas; cuadros del movimiento sindical clasista con Clotario a la cabeza, pero donde también destacaban Humberto Valenzuela y Herminia Concha; un grupo escindido del PSR, liderado por Norman Gamboa y Patricio Figueroa; compañer@s desligad@s de los Partidos Comunista y Socialista; y vari@s independientes. Con todo, el MIR no llegaba a representar a más de medio millar de militantes. Pero la importancia de su fundación no estuvo en el número, sino en el hecho de que logró dar respuesta a la necesidad histórica de contar con una propuesta revolucionaria coherente y fue el primer paso de una dinámica de confluencia política que perduró y se extiende –con las vicisitudes conocidas por tod@s- por más de 5 décadas.    

Se eligió un Comité Central de 21 integrantes, cupos que estaban predefinidos antes del congreso: las dos principales organizaciones convocantes (VRM-R y el PSP) tendrían 10 miembros cada una, más la inclusión de Clotario Blest. Este Comité estuvo integrado, entre otros, por Clotario Blest, Humberto Valenzuela, Luis Vitale, Oscar Waiss, Gabriel Smirnow, Dantón Chelén, Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen, Edgardo Condeza, Jorge Cereceda, Martín Salas, el “Pelao” Zapata, Luciano Cruz, Mario Lobos y Mondiola. Posteriormente, el CC eligió como Secretario General al compañero Enrique Sepúlveda. En tanto, el Secretariado Nacional quedó integrado por Sepúlveda, Smirnow, Chelén, Waiss y Valenzuela.

Se aprobó una Declaración de Principios, cuyo borrador fue redactado por Luis Vitale; un Programa estratégico y coyuntural de lucha, propuesto por Clotario Blest, el PSP y VRM; unas bases de organización y estructura interna del MIR y una Tesis Insurreccional, redactada por Miguel y Marco Antonio Enríquez y leída por Miguel, hecho inédito en la historia de los partidos de la izquierda chilena, pues en ninguno de sus congresos fue aprobada jamás una tesis insurreccional. En dichas tesis se reivindicaban las formas armadas e insurreccionales como un camino de lucha necesario para derrocar el poder burgués en nuestra formación social.

La Declaración de Principios tuvo aspectos teóricos y programáticos tan trascendentes que aun después de 55 años mantienen vigencia, a contracorriente de las posteriores fracciones ‘renovadas’ y de los que en un tono triunfalista –pero efímero- proclaman la obsolescencia del marxismo y hasta de la lucha de clases, aparentando ignorar que bajo el dominio del capital monopólico-financiero las desigualdades sociales son más agudas que en los ‘buenos’ tiempos del capitalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial o del ‘Estado de compromiso’.

La novel organización levantó una concepción programática y estratégica revolucionaria que se diferenció radicalmente de las concepciones vigentes en la Izquierda tradicional. Se caracterizó a Chile como “un país semicolonial, de desarrollo capitalista atrasado, desigual y combinado”, lo que más adelante se enriqueció con la concepción del “capitalismo dependiente”, pero que desde los 90 sería corregida y actualizada por los aportes de las teorías posestructuralistas. Se constató que la inexistencia de una burguesía nacional progresista hacía recaer en la alianza de los obreros, los campesinos y los sectores medios empobrecidos la lucha por las tareas democráticas, la reforma agraria y los objetivos antiimperialistas, para avanzar en un proceso ininterrumpido y simultáneo en las tareas socialistas de la revolución. Se esclarecía que este programa sólo podría realizarse derrocando el gobierno de la burguesía, liquidando su aparato estatal y represivo, y reemplazando el poder burgués por una democracia proletaria directa sustentada en los órganos de poder y las milicias armadas de obreros y campesinos. Se reiteró la necesidad de construir una vanguardia revolucionaria que condujera la lucha, la que se concibió como un partido marxista-leninista organizado según los principios del centralismo democrático.

Complementando lo anterior, el programa para Chile planteaba: a) Nacionalización sin indemnización de las empresas de cobre, salitre, hierro, electricidad, teléfonos, bancos y grandes casas comerciales; b) Ruptura de los pactos que nos atan al imperialismo; c) Desconocimiento de la Deuda externa; d) Revolución Agraria; e) reivindicaciones coyunturales para los explotados y oprimidos y un diseño de sociedad socialista alternativa.

Finalmente, la asamblea de representantes señaló el carácter internacional de los procesos revolucionarios. Respecto de esto, poco después, en la revista Estrategia, que serviría como medio de difusión político-ideológica del MIR (Nº 1, noviembre de 1965), se establecería que: “cuatro rasgos esenciales caracterizan la actual situación Latinoamericana”. Estos tenían que ver con: a) el cambio de táctica del imperialismo Yanqui, el que –al carecer de recursos suficientes- cambiaría su política de “Alianza para el Progreso” por los golpes militares para contener los procesos revolucionarios, lo que dejaría en la estacada a los reformistas y nacionalistas y su camino electoral y pacífico; b) la crisis de los gobiernos “constitucionales”, que luego del Golpe de Brasil –del 64- mostraba que las burguesías del subcontinente no estaban dispuestas a gobiernos “populares”, que despertaban peligrosos anhelos en los sectores populares; c) el progreso del movimiento insurreccional y guerrillero, que se consolidaba desde el ejemplo cubano hasta Perú, se enraizaban en el campesinado y asumía las experiencias de las revoluciones china, argelina y africanas; y d) destaca la formación de movimientos revolucionarios de nuevo tipo durante el último lustro, lo que abría la posibilidad real, “de superar la crisis de dirección del proletariado latinoamericano”, y añadía, “La Revolución Cubana provocó la crisis de los partidos tradicionales de la clase obrera (PC y PS) y de los movimientos nacionalistas burgueses y pequeño-burgueses”, siendo la prueba de ello que la gran mayoría de los movimientos insurreccionales de entonces escapaban al control de estos.  

Pese al ánimo unitario y democrático de éste Congreso fundacional, se hicieron notar en las discusiones y hasta en los acuerdos conseguidos las diferencias entre grupos políticos con historias distintas y de diferentes generaciones. Ya entonces se podían distinguir dos sectores, como lo apuntara Miguel años después (“Algunos Antecedentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria; 1965/1971”, 1971):

a) Uno Tradicional, de la ‘vieja’ generación: trotskistas de 1938, comunistas marginados de 1946, grupos trotskistas disidentes de 1952, comunistas disidentes de 1957, etc. Grupo minoritario, pero que logró la mayoría de las direcciones de la organización;

b) Otro No tradicional, de la ‘nueva’ generación: marginados de las Juventudes Comunistas de 1962 en adelante, influidos por el conflicto chino-soviético, y disidentes de las Juventudes Socialistas de 1963 por la “derechización” de la campaña de Allende de 1964. Este último grupo era el más numeroso, predominantemente de la ciudad de Concepción, y su líder era Miguel Enríquez, Viriato, entonces estudiante de medicina de la Universidad de Concepción, que brillaba por su gran capacidad político-ideológica, su carisma y arrojo político. Sólo desde 1967, los ‘no tradicionales’ lograrían constituir la mayor parte de la Dirección Nacional.

Con todo, la generación que asumió inicialmente la conducción del MIR cumplió con la valiosa tarea de mantener viva por décadas la memoria de las experiencias y concepciones revolucionarias acumuladas por el movimiento popular chileno, y traspasarlas a la nueva generación. Pero también fue una generación que, salvo algunas excepciones, no logró superar los estilos de una militancia extremadamente ideologizada y sectaria. En teoría reconocían la necesidad de lucha insurreccional, pero en la práctica no empujaban el desarrollo de las tareas insurgentes justificándose en que había que esperar a que las masas se levantaran pues de lo contrario caeríamos en una desviación “foquista”. Tampoco impulsaban el accionar directo de masas. Criticaban el institucionalismo reformista, pero terminaban subordinándose a sus campañas electorales.   

El MIR, como se ha dicho, fue la creación de numerosas organizaciones, de larga trayectoria en el movimiento sindical, juvenil y poblacional, a través de un proceso de discusión y acciones comunes que duró varios lustros. Como prueba de la síntesis política alcanzada digamos que el MIR, 15 días después de su fundación, llevó más de 25 delegados al IV Congreso Nacional de la CUT, efectuado el 30 de agosto de 1965, los cuales presentaron un programa de lucha clasista y rupturista. Añadamos que para conformar su primer Comité Central fueron electos compañeros como Clotario Blest, 9 años presidente de la CUT y primer y único Partido en el que militó, y Humberto Valenzuela, un gran dirigente de los obreros municipales de Chile.

Mientras la vieja generación terminaba de conformar el armado orgánico y las propuestas generales del MIR, la nueva generación mirista se volcaba, con el entusiasmo propio de l@s jóvenes, a prepararse para la lucha armada, impulsar la movilización estudiantil, vincularse a las organizaciones sociales populares, y ganar más jóvenes para la causa revolucionaria. Pocos años después, est@s jóvenes, con una mayor praxis revolucionaria en sus cuerpos y una acendrada y radicalizada conciencia clasista, pasarían a tomar las riendas del proyecto político revolucionario encarnado por el MIR.


Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR

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