[1965-1967 eran] "años en que recién buscábamos un
programa correcto para la revolución chilena y a lo más hacíamos propaganda
revolucionaria en restringidos sectores y zonas del país, neutralizados
internamente por una lucha de tendencias que abarcaba más de una decena de
grupos"
–Miguel
Enríquez Espinosa, 1974
Primeros intentos por convertirse en una organización política revolucionaria:
del Congreso de 1965 hasta antes del de 1967
Sin duda que llegar a convertir la heteróclita amalgama política
surgida del Congreso de Unidad del 15 de agosto de 1965 en el, "partido unido de las fuerzas revolucionarias"
se convertiría en toda una proeza para las huestes miristas que se dieron a la tarea
de hacer realidad las propuestas de su iconoclasta Declaración de Principios y
su audaz Programa. Para construir el “partido
de la revolución”, como se inscribía en éste último, se requería de un complejo
proceso de acuerdos y de un genuino ánimo por alcanzarlos, pero, por sobre todo,
se imponía el abandono de algunas de las tradicionales y más nefastas prácticas
de la izquierda: el sectarismo, el burocratismo, el ideologismo y una praxis desligada
de los sectores populares, las cuales tendían a prevalecer en la mayoría de las
diversas posiciones político-ideológicas que cohabitaban en su interior: declarados
marxista-leninistas a secas, l@s que enarbolaban enfoques ultraizquierdistas, aquell@s
que traían las marcas de su paso por los partidos de la izquierda reformista/socialdemócrata,
trotskistas y anarquistas. La convergencia -las menos de las veces- y la
contradicción -la mayor parte del tiempo- entre las diferentes aspiraciones,
creencias y prácticas de l@s camaradas marcaron el primer bienio de vida del
MIR.
Miguel Enríquez, quien había
resultado electo miembro del Comité Central
de la primera dirección nacional mirista, describe en un descarnado pero
realista análisis éste período inicial (“Algunos Antecedentes del MIR. 1965/1967”,
1971):
“El
movimiento se desarrolló entre 1965 y Diciembre de 1967 marcado por las
siguientes características:
a)
Era una ‘bolsa de gatos’ de grupos, fracciones, disputas, etc. b) No había
niveles orgánicos mínimos. c) Predominaba el más puro ‘ideologismo’. d) No había
estrategia y menos aún táctica. e) Aislados de las masas. f) No se intentaron
seriamente realizar acciones armadas, si bien se hablaba de ellas y el
movimiento se definía por la lucha armada”.
En el
literal d), Miguel critica la amplitud y falta de consistencia de aquellas
novedosas propuestas de Declaración
de Principios y Programa.
A fines
de 1965, el MIR ya es una de las primeras fuerzas de izquierda entre el estudiantado
universitario penquista, afianzado en su combativo desempeño. Sus líderes, Miguel,
Bauchi, Luciano, los Coños Aguilar y Molina, etc., se destacan dirigiendo las
radicalizadas luchas estudiantiles que demandan el cese de la injerencia
norteamericana en la universidad, la expulsión del Cuerpo de Paz y levantan las
primeras propuestas de reforma universitaria. En noviembre de 1965, se realiza
la elección a la Federación de
Estudiantes de Concepción FEC. El Movimiento
Universitario de Izquierda MUI
(entonces expresión unitaria de miristas, socialistas, comunistas e independientes
de izquierda) tiene posibilidades de arrebatarle la federación a la juventud DC.
El MIR, fuerza mayoritaria en la alianza, plantea su mejor derecho a levantar
como candidato a presidente a su líder, Miguel, no siendo aceptado por las
posiciones divisionistas y sectarias del PC y PS, que rompen el frente y crean
condiciones para que la DC triunfe con 1184 votos. La izquierda obtiene sólo 14
votos menos, 1170, donde el MIR-MUI-independientes
logran 810 y el PC-PS sólo 360.
En lo
organizativo, Viriato observa que en el período sólo un pequeño grupo de
jóvenes conseguía agruparse en la capital y realizar un trabajo político más
concreto. Con todo, destaca que los mayores logros orgánicos y políticos
alcanzados por el MIR corresponden a los de la provincia de Concepción, donde
crece en sectores universitarios (como lo señalamos antes) y poblacionales, obteniendo
un relativo mayor nivel orgánico y homogeneidad política que en el resto del
país. Allí se apoya a los campesinos de Arauco en su lucha por la tierra. Respecto
de los centros obreros, el trabajo es lento, pero se consigue sembrar los
primeros activistas y con el tiempo se cosechan resultados. En la zona del
carbón, por el control hegemónico del reformismo, fue difícil para el MIR
desarrollar un trabajo de captación de mineros, así que grande fue la satisfacción
de Miguel, Luciano, Bauchi, Manuel "Peraloca" y otr@s compañer@s del
Comité Regional cuando fueron reclutados los primeros: Peneco, Amir, Eulogio
Fritz o Duro Pablo, el Chalao’ y Huenche, que se transformaron en puntas de
lanza para agitar las políticas miristas y reclutar posteriormente a muchos
otros en Schwager, Coronel, Lota, etc., con lo que el MIR conquistó una mayor influencia
sindical y política. En varias oportunidades, con estos últimos compañeros como
guías e instructores, se hicieron cortas prácticas político-materiales en lugares
al interior de la cordillera de Nahuelbuta.
El II Congreso Nacional del MIR (que por
estatutos debía realizarse anualmente) se desarrolla en agosto de 1966, en un antiguo galpón de Conchalí. En este se analiza
el momento político nacional e internacional, aprobándose los documentos sobre,
"La actual coyuntura chilena",
el programa y la táctica a seguir. El reconocido periodista Manuel Cabieses se
incorpora al MIR, poniendo a disposición de éste las páginas de la revista Punto Final. Luego de una intensa
discusión se aprueban los primeros estatutos del partido, en los que se precisa
que al interior del MIR no se puede constituir fracciones; además, que el Congreso
Nacional se realizará cada dos años. Se procedió a votar el Secretario General
del MIR, siendo unánimemente reelecto Enrique
Sepúlveda. Junto con este compañero, el Secretariado Nacional quedó integrado por Humberto Valenzuela, Gabriel Smirnow, el Chipo y Luis Vitale. En tanto, Miguel vuelve a ser elegido miembro de
su Comité Central.
Vitale
aporta (“Contribución
a la HISTORIA DEL MIR; 1965 – 1970”) que uno de los puntos centrales de
discusión de dicho encuentro fue la posición oficial sobre la situación
internacional. Se discutió esto en relación con el conflicto político e
ideológico soviético-chino (‘estar con los 200 o con los 800’, en relación a
los millones de habitantes de cada uno). Se acordó no tomar parte por ninguna
de ambas potencias, aunque se estableció respetar la modalidad con que el
pueblo de China construía su particular forma de socialismo y, por otro lado,
se criticó expresamente la política de "coexistencia pacífica" promocionada
por la burocracia soviética, que en nada favorecía los procesos revolucionarios
en Vietnam, Corea, África y Latinoamérica. Se analizó el significado y la repercusión
de la Doctrina de Seguridad Nacional, la cual asignaba nuevos roles a las FFAA
en la política interna de los países latinoamericanos, y cuya puesta a punto fue
el golpe militar brasileño contra João Goulart, en 1964. El último acápite del
documento aprobado -"El carácter de
la Revolución y la Contrarrevolución"- hacía referencia a, "La agonía mortal del stalinismo".
Los comentarios huelgan acerca de esta profecía, aunque la izquierda
revolucionaria mundial no podía saber que el fin que le auguraba relativamente
pronto a los socialismos históricamente construidos -carcomidos por sus contradicciones
internas y arrastrados por la ola mundial de los movimientos populares y de
liberación nacional- no se haría efectivo sino hasta 5 lustros más tarde y por
la vía de una pacífica restauración del capitalismo.
Desde
mediados de 1966 hasta terminar 1967 (siguiendo a Vitale), el frente sindical
del MIR, liderado por Clotario Blest, experimentó un moderado y desigual
crecimiento. Lo mismo ocurría con los miristas que intentaban activar a l@s pobladores
de la zona urbano-periférica de la capital, abanderados por Víctor Toro, aunque Herminia Concha recibe un
reconocimiento a sus luchas siendo electa dirigenta de la Población Santa
Adriana, en agosto de 1966. Algo se avanza en el Norte Chico, por la influencia
desplegada por el C. Regional Coquimbo, dirigido por Mario Lobos, pero no se había podido estructurar bases en el Norte
Grande. Tampoco se lograba inserción entre trabajador@s de Valparaíso y Viña,
aunque existía un mínimo de estructura organizativa. En la zona central del
país, el MIR había logrado presencia en Talca, gracias a un grupo de compañer@s
escindido del PS. El C. R. Concepción, a través de Edgardo Condezza, Miguel y Bauchi, trataba de irradiar su
influencia hasta Puerto Montt, donde se contaba desde 1965 con una base de exsocialistas.
El Comité Regional Santiago se fortaleció con la elección de varios camaradas,
entre ellos Edgardo Enríquez o Simón,
y un importante militante que había roto con la FJS: Winston Alarcón.
El MIR logra
influir entre l@s trabajadores de la Salud Pública, donde Norman Gamboa y Héctor Villalón se convirtieron en referentes político-sindicales
de esa Federación, la que contaba con más de 40 mil afiliados, no obstante seguir
siendo controlada su Directiva Nacional por militantes del ala izquierda del
PS. Similar crecimiento se dio en el seno de los Obreros de la Construcción,
donde el MIR obtuvo cierta influencia a través del trabajo consecuente de Juan Ramos, Lucho y Jovino Concha, a
pesar del control mayoritario de los miembros del PC. En Obreros Municipales,
además del liderazgo del viejo Valenzuela,
comenzaron a destacarse Santis y Ángel
Canales, mientras se consolidaba la simpatía al MIR en la Federación del Cuero y Calzado, por
intermedio de su vocera más destacada, María
Concha, que veía facilitada su acción por el proceso de izquierdización sindical
de dirigentes de la Federación lograda por el anarquista Ernesto Miranda. Dentro del sector de obreros metalúrgicos y de la Federación
de Química y Farmacia el MIR tenía algunos militantes jóvenes que se abrían
paso con dificultad no sólo por su escasa experiencia, sino por el aplastante
peso de las células del PC. En el seno de los profesores de enseñanza media el
MIR empezó a ganar militantes, aunque todavía no alcanzaba a figurar en las
elecciones de la Federación de Educadores de Chile.
En 1967, se extiende y profundiza el movimiento estudiantil
universitario en todo el país. En la capital penquista, después de un proceso de
lucha sostenido de los estudiantes de la Universidad de Concepción, es
expulsado el Cuerpo de Paz norteamericano, hay un cuestionamiento al poder
masónico universitario, se rechaza la discriminación y persecución ideológica,
también se plantea la democratización y el cogobierno estudiantil en los organismos
de la Universidad. Se conducen huelgas reivindicativas y políticas, además de
estar presente en todas y cada una de las luchas populares de la zona,
entregando no solo la solidaridad sino fundiéndose con l@s trabajador@s en sus
acciones. Lo anterior crea condiciones para que el MIR, a través de uno de sus
principales líderes, Luciano Cruz, gane el control de la FEC en noviembre
de ese año y contribuye a que el mirismo logre una importante proyección
nacional.
La rebelión estudiantil de aquel año, al segundo del gobierno DC, se
encontraba ligada a un nuevo ascenso de la actividad del movimiento popular en
Chile. Así, si bien los universitarios estaban en la primera fila del combate, la
lucha se expresa también en sectores sociales hasta ese momento excluidos, los
pobres de la ciudad y el campo: los sin casa, campesinos, mapuche, cesantes, mujeres
y jóvenes. El gobierno de Frei Montalva se saca su careta populista y
desarrolla una política antipopular, acompañada de una salvaje represión: contra
los mineros del cobre, en El Salvador, 11/3/66, donde se masacra a 6 mineros y 2
mujeres del campamento, y otros 60 son heridos a bala; contra manifestantes que
apoyaban un paro de la CUT, en Santiago, 23/11/67, cuando 7 son los asesinados por
Carabineros y varios trabajadores resultan heridos, etc. Se suma a lo anterior
que a partir de ese mismo año, 1967, se inicia en el país un período de
contracción económica que frena las reformas democristianas, haciendo que la “Revolución en Libertad” pierda la
simpatía popular que concitara inicialmente y tope fondo, sin lograr resolver
la crisis estructural del orden capitalista.
Se planteaba con fuerza por entonces -en la izquierda y el MIR- la
discusión de las formas de lucha y organización a impulsar al interior del
campo popular. Eran tiempos de la lucha del Che en Bolivia. La izquierda
latinoamericana impulsa la Organización Latinoamericana de Solidaridad OLAS,
que reunida en Cuba, en agosto 1967, proclama como un deber y un derecho de los
pueblos de América latina hacer la revolución, enfrentar al imperialismo y a
las burguesías y terratenientes en el camino al socialismo; la lucha armada revolucionaria
constituía la línea fundamental y las demás formas de lucha debían contribuir a
desarrollar y no retrasar el desarrollo de esa orientación central. Por
presiones y maniobras diversas de organizaciones políticas de la izquierda
chilena, el MIR no asistió, pero solidarizó activamente con ella. A fines de
ese año, se hacen evidentes los reveses de la lucha guerrillera en las montañas
de Bolivia, se sabe del apresamiento y posterior asesinato ordenado por la CIA
del Che, todo lo cual afecta profundamente al mirismo.
En sus primeros dos años, si bien el MIR constituyó un paso importante en
la constitución de un polo de agrupación de sectores revolucionarios de la
izquierda chilena, su desarrollo se dificultaba debido a sus fuertes
contradicciones internas, las que impedían arribar a definiciones ideológicas,
políticas y organizativas, neutralizándose el accionar partidario externo que
era imprescindible para ganar fuerza en el movimiento popular y poder incidir
en la política nacional; no existía claridad ni centralidad en el plano de la
estrategia y la táctica; las definiciones sobre el carácter del partido eran insuficientes
y sólo se acentuaban sus rasgos propagandistas, lo que le impedía vincularse
más estrechamente con los pueblos y l@s trabajador@s. Estos factores impedían transformarlo
en una alternativa revolucionaria real al reformismo y centrismo en el seno del
movimiento popular chileno. Influyó, asimismo, la situación de reflujo y confusión
política al interior de los sectores populares y de trabajador@s con
posterioridad a 1964 (derrota de Allende), hecho que se tradujo en una
importante disminución de las luchas reivindicativas y políticas. Además,
téngase en cuenta la amplia influencia, combate político y hasta la agresión
física de sectores reformistas de la izquierda para impedir nuestro quehacer en
los diversos frentes sociales, acusándonos -entre otras cosas- de “hacerle el
juego al enemigo, a la reacción", de “agentes de la CIA”, etc.
Lo anterior, no desconoce los esfuerzos y avances puntuales que el MIR
logra en sus primeros años de existencia en algunos frentes, como los indicados
más arriba, pero sí quería convertirse en el “partido de la revolución” para Chile
tenía que dejar el mero ideologismo y propagandismo y pasar a construir e
implementar una adecuada política organizativa de cuadros político-materiales, insertarse
profundamente en las clases y capas explotadas y oprimidas y dotarse de un
programa surgido al calor de las luchas de las fuerzas populares, y para dar
cuenta de todo ello se requería que una nueva generación de revolucionari@s
pasara a encabezar el proyecto revolucionario encarnado en el MIR.
Movimiento
de Izquierda Revolucionaria
MIR
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