"En
las etapas ya cumplidas mucho aprendimos, mucho hicimos, y es en base a ello que
hoy, (…) podemos autotransformarnos. Que la inercia o la herencia de viejas tareas
y procedimientos no nos impida desarrollar lo bueno y nuevo. En esas etapas ya
apareció el nuevo tipo de militante, el que está completamente entregado a sus
tareas; profesionalizado o no, imbuido de un alto espíritu de sacrificio; ése
es el modelo que exigiremos de todos; el resto en verdad se ha equivocado de
organización"
–“Sólo
una revolución entre nosotros puede llevarnos a una revolución en Chile”, mayo
1969
Miguel y los no tradicionales asumen la jefatura e intentan construir
el partido para la revolución: del Congreso del 67 a mediados de 1969
Si bien durante su primer bienio de vida el MIR logró
cosechar algunos frutos, gracias al trabajo del conjunto del partido,
igualmente fueron grandes las dificultades que debió enfrentar. Estas incluyeron
graves contradicciones internas, como la que surgieron de la mano de posiciones
centristas y de un mero ideologismo, dislocaciones ideológicas que sólo
postergaban y frustraban la práctica revolucionaria en sí y que –lamentablemente-
abarcaban a sectores no menores de la nueva organización. La dirección del
partido recordaba, en diciembre de 1974 (¿Qué es el MIR?), que, “Muchos cuadros formados en la lucha dentro
de los partidos tradicionales y que no habían avanzado a unir sus posiciones
verbalmente revolucionarias con una práctica revolucionaria concreta querían
seguir desarrollando una política ‘de escritorio’. Se consideraban ‘consejeros’
de la izquierda tradicional y malgastaban el tiempo del Partido en discusiones
estériles que no guardaban ninguna relación con las tareas concretas que
teníamos por delante”.
Mientras
tanto, la mayor parte de l@s miristas seguía impulsando la inserción partidaria
en los sectores populares y abriendo nuevos frentes de trabajo político y
organizativo. Despuntaba un esfuerzo partidario por formar sus cuadros y
miembros al calor de una fructífera praxis revolucionaria. Tales prácticas
políticas y una impronta opuesta a la politiquería de la izquierda tradicional permitieron
que, en noviembre de 1967, invitado por la dirección de la Revolución, Miguel viaje
a Cuba a entrevistarse con ella luego de ser mandatado por el CC mirista. En
los hechos, este hecho significó el inicio de relaciones y acuerdos entre el
MIR y dirigentes cubanos y que por diversas razones hasta ese momento no
existían formalmente.
El
regreso de Viriato, vía Praga y París, se retrasa y participa sólo en el
segundo día del III Congreso del MIR,
que había sido convocado para el 7 y 8
de diciembre de 1967. Dicho evento se lleva a cabo en la Casa Chile, sede
del Partido Socialista en San Miguel, cedida solidariamente por Mario Palestro.
Esta vez la numerosa representación de Concepción llegaba en dos
"micros" y lo hacía a tiempo.
Se
analiza allí el período político que vive Chile. Se toman resoluciones sobre el
plan político, el desarrollo y definiciones organizativas del partido; se ajustan
y profundizan las Tesis Político-Militares aprobadas en 1965. Igualmente, se
procedió a elegir una nueva Dirección Nacional. Miguel lo describe así (en “Algunos antecedentes del Movimiento de…”,
1971): "En el Congreso Nacional de
diciembre de 1967 (…), los ‘no tradicionales’ (de Concepción y Santiago) asumieron
la mayoría del Comité Central (10 de 15), la totalidad del Secretariado
Nacional (5) y la Secretaría General”, y es en éste último y crucial cargo que
la mayoría alcanzada en el partido gana el derecho de imponer al camarada Miguel
Enríquez. A raíz de ésta arremetida de los jóvenes y sectores más radicalizados
se marginan voluntariamente algunos “tradicionales”, mientras que el resto de
estos se organizan como “oposición” interna (aquí se incluyeron viejos trotskistas
y comunistas, y también gente más joven que les seguía).
Un punto
interesante de lo discutido y acordado en aquel 3er Congreso del MIR (al decir
de Vitale, en su “Contribución
a la HISTORIA DEL MIR; 1965 – 1970”) se relaciona con la táctica para
aplicar la tesis insurreccional a la situación política que vivía nuestro país.
Miguel defendió el papel revolucionario que podían eventualmente jugar los habitantes
de pueblos y sectores rurales con el fin de aumentar el número de quienes pudieran
participar del proceso insurreccional. Si bien en ellos habitaba una fracción
importante de capas medias, según afirmaba Vitale y otros, varios delegados
insistieron en la necesidad de reafirmar el criterio de anteriores Congresos en
orden a combinar la eventual insurrección popular urbana con la de campesinos y
peones rurales. Comenzó así por primera vez a discutirse el papel que podían
jugar, entre otros actores, los mapuche, problema sobre el cual no se tenían
informaciones precisas por la falta de inserción partidaria en las comunidades
de este pueblo. Estas propuestas pusieron de manifiesto la necesidad de
agilizar la penetración en el campo, la preparación político-material y el
entrenamiento de las embrionarias "unidades materiales". Entonces,
surgieron críticas al Secretariado saliente por su lentitud y retardo en la
adopción de medidas prácticas a ese respecto, suscitándose una polémica a raíz de
la insatisfactoria respuesta brindada por parte de Sepúlveda y Waiss.
Con Miguel a la cabeza, el Secretariado del
MIR (Luciano Cruz, Bautista van Schouwen, Sergio Zorrilla, Sergio Pérez) y, en
menor medida, el conjunto del CC, conducen la implementación de las líneas
acordadas.
El partido, entonces, se da a la tarea de desarrollar una política que incorpore
a vastos sectores del pueblo en formas de luchas más radicales y directas por
sus reivindicaciones económicas y políticas. Se despliega y organiza un movimiento
sindical clasista y rupturista, lo mismo que en los ámbitos de pobladores y
estudiantil; se producen las primeras expropiaciones de armas y se comienza a adiestrar
compañer@s en el plano político-material. Viriato trabaja en contacto estrecho
con los Comités Regionales (CR) del partido, siendo destacables dos informes de
Miguel -publicados posteriormente como documentos internos, sobre Análisis de
Situación Política y Táctica del partido- entregados en forma oral a Ampliados
con los Comités de Santiago y Concepción.
Aparte
de los vínculos que se logran establecer con la dirigencia de la Revolución
Cubana, durante 1967 el Secretariado Nacional (SN) redobló sus contactos con otros
movimientos revolucionarios latinoamericanos, especialmente con el MIR de Perú,
Bolivia y Venezuela; el grupo trotskista peruano dirigido por Hugo Blanco, líder
de los campesinos del Valle de La Convención; con lo que quedaba de la URJE del
Ecuador; el PRT-ERP de Argentina, liderado por Santucho; los Tupamaros de
Sendic en Uruguay y con "Política Operaria" de Brasil, por intermedio
de algunos de sus militantes refugiados en Chile, como Evelyn Pape y Theotonio
Dos Santos, acudiendo éste último a varias reuniones del Secretariado mirista
(Vitale, en su “Contribución
a la HISTORIA DEL MIR; 1965 – 1970”).
En enero
del 68, luego de una serie de conversaciones fraternales, se logra la integración
al MIR de dos pequeños grupos revolucionarios, Grupo Avanzada Marxista GRAMA, de Concepción y Fuerzas Armadas
Revolucionarias FAR, de Santiago.
Si bien
durante 1967-1968, como se describe antes, el partido ganó en presencia
política nacional, aumentó el número de militantes, se realizaron intentos por
desarrollar algún trabajo especial y se tuvo éxito en algunos frentes sociales:
en Concepción, estudiantil, poblador y minero; en Santiago, poblador y
estudiantil; y en Ñuble, campesino, en realidad no se logró avanzar muy en
concreto y más bien siguieron presentes los mismos defectos, debilidades y contradicciones
irreconciliables del periodo anterior, las que entraban el avance partidario. En
suma, se pretendió ‘desde’ el SN transformar en revolucionario un partido que,
según el descarnado análisis de Miguel:
"a)
Estaba constituida por varios ‘partidos’, ‘grupos’, ‘fracciones’, con políticas
divergentes en pensamiento, y en el último periodo incluso orgánicamente
diferenciadas. b) Tenía por base todo tipo de ‘militantes’, donde no se realiza
ningún tipo de selección para el ingreso; así, había ‘aficionados" a la
revolución, descomprometidos, intelectualoides’, etc. c) Sin niveles de
organización y especialización aceptables. d) Que contaba con una concepción
general estratégica relativamente correcta a largo plazo (tesis
Político-Militar, 1967) pero sin una adecuación táctica concreta al país y al
periodo. e) Donde no se llevaba a cabo ninguna medida de seguridad; era una organización
‘abierta’ en todo sentido. (…) Se intentó hacer mucho, pero el instrumento
básico era malo (la organización)” (“Algunos
antecedentes del Movimiento de…”, 1971).
Eran
tiempos de gran efervescencia política y social en el mundo, pero en el
"campo socialista" no se aceptaba la disidencia. En la segunda semana
de agosto de 1968, Viriato y el Bauchi redactan la declaración mediante la cual
el MIR condena la invasión a Checoslovaquia por fuerzas del Pacto de Varsovia,
reafirmando con ello una línea de independencia y al mismo tiempo rechazando un
modelo de construcción socialista burocrático y alejado de la voluntad popular.
Por cierto, las críticas provenientes desde la izquierda tradicional fueron
virulentas.
En el
país, aumentaba la actividad de diversos sectores del movimiento popular y de
trabajador@s. En respuesta, el gobierno democristiano de Frei Montalva aumentó
sostenidamente un actuar represivo e indolente: asesinatos y represión brutal (Puerto
Montt), desalojos, reanudación de faenas, indiferencia para resolver la oleada
de conflictos, intimidaciones policiales, etc. Al mismo tiempo, las implicancias
de tales hechos demostraban las limitaciones y obstáculos de los métodos
tradicionales de lucha de l@s explotad@s y oprimid@s, los que eran alentados
por la izquierda tradicional. Buscando una salida a ésta situación y en la
perspectiva de comenzar acciones que rompieran el círculo vicioso interno del
MIR y que permitieran ampliar su penetración en los diversos frentes sociales, el
SN realizó a fines del 68 una fuerte discusión, primero en el CC y luego en
toda la organización, con la finalidad de dar paso al despliegue de las
acciones directas populares y un limitado accionar material, inicialmente de
tipo urbano. A las polémicas de táctica y línea organizativa, en la dirección
se agregó la posición política a adoptar por la izquierda revolucionaria en las
elecciones parlamentarias de marzo y las próximas presidenciales (de 1970).
El
último trimestre de 1968 y primero de 1969, toda la organización, en especial
su dirección, enfrenta enérgicas y polarizadas disputas. No era posible llegar
a acuerdos en el CC y las decisiones eran casi siempre divididas. Ante la
impotencia a que era conducido el MIR por la lucha tendencial y fraccional, el
SN propuso al CC -en el verano de 1969- adelantar el congreso para agosto de
ese mismo año y se inició su preparación. En ese contexto, la mayoría del CC, en
manos de los jóvenes y sectores más radicales, encomendó al Secretariado
redactar un documento público para aclarar la posición oficial del partido
frente a la coyuntura, sus perspectivas y como el partido afrontaría los
desafíos en ciernes. Allí se sostiene que:
"la
agudización de la lucha de clases continuará y tomará mayor ímpetu. Ambos
procesos el electoral y la movilización de las masas, se cruzarán durante el
periodo próximo. Papel nuestro será impulsar y empujar el segundo por cauces
revolucionarios. Habremos de impulsar y apoyar todo tipo de huelgas legales e
ilegales, luchas callejeras, ocupaciones de locales de trabajo, de tierras y
terrenos, las acciones directas, etc. En cuanto al proceso político mismo que
desencadenaran las elecciones, no podremos marginarnos. Al contrario con toda
fuerza participaremos en él. Pero no es necesario, y al contrario, es nocivo
desarrollar actividad electoral, de la que nos abstendremos absoluta y
categóricamente. Durante todo el periodo cuestionaremos la vía electoral como
camino. No lo haremos en abstracto, sino a partir de los intereses y relaciones
vivenciales de obreros y campesinos (...)" (“No a las elecciones: Lucha armada
único camino”, enero 1969).
En marzo
del 69, la situación se hizo insostenible. Miguel afirmaba: "El rendimiento de las tareas no pasaba del
50 por ciento. Se habían desarrollado enormes tensiones y conflictos internos
que hacían imposible el trabajo (...) No se había logrado romper el círculo
vicioso: No acciones armadas por no organización clandestina / no organización
clandestina por "innecesaria", por ausencia de acciones armadas; y,
no vinculación orgánica significativa con el movimiento de masas."(Ib.)
Para enfrentar esa situación y definir posiciones el Secretariado planteó una
intensa discusión interna relativa a política partidaria. Tomó algunas medidas:
nuevas exigencias de ingreso y militancia, reestructuración de los sectores
político y especial de la organización, profesionalización de una parte de la
Dirección Nacional y algunos cuadros medios, traslado de cuadros para
multiplicar el trabajo del partido en lugares y frentes prioritarios. Con
vistas al futuro Congreso se redactó para un documento central, el que recogía
la evaluación, caracterización del momento político, nuevas medidas y
orientaciones políticas de línea, profundizándose las concepciones
programáticas, y precisando más la estrategia político-material de guerra
revolucionaria que superaba definitivamente las concepciones
"insurreccionalistas" de los primeros años” (“Sólo una revolución entre
nosotros puede llevarnos a una revolución en Chile”, mayo 1969).
Se dio
inicio al despliegue de las "acciones directas" y la autodefensa populares
a fin de hacer una política revolucionaria desde el seno de la clase
trabajadora y l@s oprimid@s, aumentando la penetración del MIR en los frentes.
Fueron concebidas por el partido como un intento de incorporar en el actuar
político y reivindicativo del movimiento de popular las formas ilegales y
conspirativas de lucha (acciones simples de amendrentamiento, propaganda armada
en apoyo a conflictos, organización de milicias, etc.), realizadas por sectores
de avanzada de un frente o por bases del partido en él para apoyar directamente
el conflicto y elevar el nivel de la lucha reivindicativa y política sectorial en
huelgas, tomas de terrenos y fundos, ocupaciones de fábricas, etc. El MIR no
creó éstas formas de lucha, sino que las recogió del accionar concreto en
algunos conflictos y las impulsó como una línea de acción general y sistemática
y poder romper la legalidad burguesa (“¿Cuál
es el camino?: Grupos Operativos o Acción Directa”; MIR, Secretariado
Nacional. 1969).
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR
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