LAS PARADOJAS IRREPARABLES DEL APRUEBO
Editorial ChilePopular·Lunes, 7 de septiembre de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos
A medida que nos vamos acercando al punto de inflexión que se abre en octubre próximo, las posiciones van tomando mayor claridad en sus propósitos, las apuestas se hacen más evidentes y van decantando las verdaderas pretensiones de lo que está en juego.
Se han ido derribando ciertos mitos, los elefantes rosados si bien aún deambulan al igual que los ofertones de esperanzas, a medida que nos acercamos a octubre la verdad de la milanesa se comienza a conocer: el proceso constituyente, es un pacto de la superestructura del poder, que quiere usar las buenas intenciones de populares, para hacerse de un nuevo pacto social, una nueva jurisprudencia y así salvar a su democracia migajera y su hegemonía quebrantada.
El 25 de octubre es carrera ganada, el resultado es conocido por todos, nadie tiene duda de aquello, siendo por lo tanto lo que está en incertidumbre las elecciones de los constituyentes. El Apruebo va a ganar, eso siempre fue así, la derecha más recalcitrante y fascista del país está haciendo un saludo a la bandera con su campaña del rechazo. Al plebiscito, es decir al capitalismo, le fue mal en su intentona de desplazar la disputa existente en el país hacia cauces institucionales, en su grotesco afán de establecer al Apruebo y al Rechazo como dicotomía irreparable, cuando no son más que matices dentro del capitalismo, eso se les fue al piso. No han podido generar ese escenario, no porque no quieran sino porque la disputa real entre el País de Los Negocios y el País Popular (la verdadera disputa) no ha dejado de ser gravitante en el escenario, producto del quehacer de los populares en protesta, que aunque lo han querido hacer desaparecer de su mundo inventado, ese virtual, ella opera en el Chile real y ha sido gravitante hasta el día de hoy. Chile está que se rompe o se raja pero ello no está en el plano del plebiscito, ya que aquello es una totalidad capitalista y nada tiene que ver con lo propio popular. La disputa encarnizada de gallos está en la disputa entre las vidas en Revolución o las vidas en democracia migajera, el proceso constituyente apuesta a la última.
Sectores de la derecha y del gran empresariado, en una maniobra inteligente y en razón que el tiempo para la faramaña es acotada, dan un paso significativo, que nada tiene que ver con pretensiones electorales, de ganar votación sino que es la expresión cierta de sus búsquedas. Se ha incorporado un nuevo elemento en esto del plebiscito, que se suma a su “operación de salvataje de la democracia”, que no es otra cosa que aprovechar el instante generado para retomar su camino hacia la realización de la mutación del capitalismo. Como hemos dicho hace más de una década, el neoliberalismo esta en retirada y capitalismo está buscando un nuevo rostro, un nuevo modelo, que contiene características de ser más verde, sustentable y que hará suya ciertas demandas ciudadanas. Chile no es ajeno a aquello y los del poder saben con creces que la Revuelta popular mandó al carajo su jurisprudencia y tiene pendiendo de un hilo su hegemonía y democracia. Es el instante por lo tanto para apostar en saltar hacia adelante, de meterse de lleno en esto de la mutación y en donde una nueva constitución es pilar fundamental para un nuevo pacto social.
Entonces, el plebiscito y el proceso constitucional en sí, se ha transformado en una verdadera elección, que tiene solo dos alternativas: se mantiene la constitución de Pinochet o van por una nueva, por la de Luksic (como caricatura). Es decir, las pretensiones de teñir el proceso constituyente como una alternativa popular se terminó de caer por completo. Este proceso del poder, para el poder y que necesita de validez popular, siempre estuvo pensado así, ese siempre fue su alcance y nunca tuvo pretensión alguna para la realización de transformaciones de raíz que pudiesen cambiar las vidas de millones de populares.
Este nuevo matiz que ha ido adquiriendo el proceso constituyente, se ha metido en el mero corazón del sector “Apruebo”, donde su transversalidad de concurrentes, propia de la política moderna, hace generar paradojas y fragilidades en sus intenciones de lo llamado como “izquierda”. En ese matiz (apruebo), en esa posición hoy cohabitan los que Aprueban a secas y los “SIPO Apruebo”(los que andan ofertando falsas esperanzas de transformación), ubicándose por lo tanto el tema medular en la negociación de lo que será la escritura de la nueva constitución, es decir, lo central ya no está puesto en el 25 de octubre sino que en abril del 2021, donde se eligen a los constituyentes. Se dice que los sectores de derecha están más preparados para abril. La forma de elección de los constituyentes, para que sea efectiva, requiere que sea en las menos listas posibles, para así lograr grados de homogeneidad, en cambio en el sector “SIPO Apruebo”, carecen de esa intención de ir de forma más compacta. Sea como sea que se desenvuelva el escenario constituyente, el resultante será el mismo, se sentará a discutir la nueva carta magna (con todos los amarres habidos y por haber), el gran empresariado, los ricos, la clase política con quienes se han dedicado a interpretar el Estallido Social. Se imaginará que saldrá de esa combinación.
Frente a este cuadro, los “SIPO Apruebo”, han quedado en jaque, sin argumento concreto para hacerle frente a las diversas ofensivas del país de los negocios, se han quedado en la cáscara y han matizado las posibilidades ciertas de transformación, trasladando el argumento principalmente a dos planos (ambos muy rebuscados y burdos), a saber:
El primero es el típico argumento republicano y que usan en todas las elecciones, de situar la disputa en un plano institucionalidad como una totalidad. No hay que “hacerle el juego a la derecha” dicen, otorgándole validez completa a lo propio que emana del país de los negocio. No pues, lo institucional no es lo único que opera en la realidad chilena, lo propio popular ha sido capaz de ir configurando una nueva totalidad que no tiene nada que ver con ese mundo, lo nuestro va por la transformación total de las vidas y no por más migajas ni menos por mantener vigente lo que justamente la revuelta popular tumbó. Si pues, votar en el plebiscito y ser parte de ese proceso constituyente es levantar lo que a punta de protestas masivas el Pueblo de Chile ha ido tumbando por ya casi 11 meses.
El segundo argumento que están utilizando es no desaprovechar la oportunidad de sacar la constitución de Pinochet y el no votar significa por lo tanto validar lo hecho por Guzmán. Aquella rigidez, obvia por completo los procesos históricos que han venido ocurriendo hace décadas. El capitalismo necesita una nueva constitución, necesita adecuar la carta magna para los nuevos tiempos, la de Pinochet ya no le es útil, van a cambiar o que sea necesario cambiar y mantener lo que haya que mantener. Ese argumento esconde dos cosas esenciales. Una que está orientada a validar los procesos institucionales de la democracia, es decir, esa afirmación es parte de quienes creen que es necesario realizar cambios de forma gradual y seguir perpetuando la espera de millones en la realización plena de la vida misma. El otro aspecto que esconde dicho argumento, es una concepción de ninguneo a las capacidades vivas de transformación que contiene el Pueblo de Chile…las condiciones no están, hay que avanzar de a poquito porque la revolución es iluso. Patrañas, el Pueblo de Chile ha dado cátedra de su potencia inherente de transformación, en 11 meses de movilización cotidiana ha sido capaz de cambiar los designios de normalidad del País.
Fernando
Secretario General
Lautaro
Movimiento Juvenil Lautaro
7 de septiembre de 2020.
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