EL ANARQUISMO EN LOS ORÍGENES DEL MIR Y LAS
BRIGADAS DEL PUEBLO
Por Felipe Del Solar y Andrés Pérez
Algunos antecedentes libertarios en la fundación y desarrollo del MIR
Hablando de las influencias del Anarquismo en el Chile de los
años ´60 se puede reconocer la vasta experiencia organizativa que había en el
sector gremial, en donde núcleos anarquistas impulsaron la creación de frentes
revolucionarios insurgentes. “Dichas orgánicas tuvieron un nexo más directo con
los grupos que confluyeron en el MIR durante su primer congreso. Prueba clara
de ello es la realización de este evento, en la sede del sindicato del cuero y
calzado, en manos del anarcosindicalista Ernesto Miranda.”[1]
Clotario Blest, histórico referente sindicalista y
anarquista-cristiano chileno llegará a formar el Movimiento 3 de Noviembre
(M3N) en 1961. El M3N si bien tenía participación en la Central Única de
Trabajadores (CUT), actuaba con el fin de articular con organizaciones de la
izquierda revolucionaria.
Clotario Blest llegará a formar por un lado el “Comité de
solidaridad con la Revolución Cubana” y la “Asociación de apoyo a la Revolución
China”. Por el otro fundará junto a un grupo de anarquistas, anarcosindicalistas,
trotskistas, maoístas, socialistas y comunistas disidentes el Movimiento de
Fuerzas Revolucionarias (MFR). Una de las organizaciones políticas que
impulsaban el MFR era la del dirigente del calzado Ernesto Miranda, el
Movimiento Libertario 7 de Julio.[2]
Dentro del MFR empezaron a hacerse visibles las diferencias
sobre la estrategia revolucionaria y se constituyeron dos tendencias internas:
una que impulsaba el apoyo a la candidatura de Allende representada por
trotskistas, socialistas y comunistas disidentes entre otros; la otra tendencia
se abstuvo a cualquier apoyo electoral y estaba conformada por sectores
anarquistas, maoístas y algunos comunistas independientes.
Más tarde, el 15 de agosto de 1965, el MFR, el Partido
Socialista Popular (PSP) y la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM) entre
otros, se fusionarán en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). La
mayoría de los anarquistas no llegarán a dicha confluencia. Clotario Blest fue
invitado especialmente a conformar el Comité Central del MIR. El viejo
ex-presidente y fundador de la Central Única de Trabajadores finalmente
desistió de aceptar el cargo.
Sin embargo durante la experiencia del MIR en el proceso
revolucionario previo al golpe de Pinochet se pudieron ver prácticas de base de
gran influencia o participación libertaria en cuanto a la concepción que se
tenía sobre el Poder Popular. Los Comandos Comunales, Cordones Industriales y
Comandos de Abastecimiento fueron los ensayos más significativos. Éstos “debían
ser las mismas bases de la futura sociedad. Ciertamente, la falta de una
alternativa anarco-comunista clara, no ayudó a que ésta última interpretación,
que el mismo pueblo se daba en la lucha de forma intuitiva, se hubiera
desarrollado, enriquecida por el acervo teórico y práctico de las luchas y de
la trayectoria del Anarquismo”[3]
Las Brigadas del Pueblo
“Se pueden provocar hechos que puedan ser
asimilados por las personas, estos generan adherencia o no. Para hacer la
revolución hay que crear hechos revolucionarios. Y nosotros creábamos hechos
revolucionarios. Esa era la forma de crear la revolución. La estábamos haciendo
creando resistencia”
Tras el golpe de Estado y el proceso de represión política
que se hizo sentir en todo el país, surgieron durante la segunda mitad de los
setenta, una serie de grupos de resistencia y combate, que a través de las
armas y el sabotaje inauguran la dinámica de lucha dictatorial.
En ese contexto nacieron las Brigadas del Pueblo (BP), cuya
existencia hemos conocido a través del testimonio directo de su fundador, quien
nos entregó un detallado relato.
Este individuo conoció la ideología anarquista a través del
marxismo, ya que durante el gobierno de la Unidad Popular, adhería de manera
crítica, a esa corriente política. Después del 11 de septiembre de 1973, y
siendo un preso político, se quebró su concepción marxista de la realidad,
producto de su convivencia en los centros de detención con dirigentes de los
partidos políticos de izquierda, quienes le provocaron gran desilusión.
Además, la influencia de pensadores como el filosofo Juan
Rivano -a quien conoció en la cárcel- lo incentivaron a buscar y estudiar a los
teóricos del anarquismo, a quienes ya conocía por la critica que les hacia
Engels en su artículo “Bakuninistas en acción”.
Tras un periodo de estudio -sobre todo de Bakunin y
Malatesta, a quienes considera pilares del anarquismo-, se convenció de que los
cambios sociales no eran posibles a través del Estado y los partidos políticos.
En ese sentido, buscó una manera de generar cambios en los sectores populares a
través del anarquismo. Es así como, hacia 1976, surgió en él la idea de las
Brigadas del Pueblo.
El primer paso fue la creación de un manifiesto que le
permitiera ganar apoyo de otras personas, pues, según comenta, había “una
necesidad vital de despertar a los sectores populares y de entregarles
herramientas que les permitan resistir los duros embates de la dictadura”, los
cuales se sentían con especial fuerza en las poblaciones.
El manifiesto fue publicado en varios países de Europa. Lo
encontramos reproducido en 1981 en la revista El Diente Libre de Suecia y en la
revista italiana Umanitá Nova de 1982.
El documento parte haciendo un análisis de la situación del
poder mundial, de cómo el capitalismo se ha transformado en un nuevo imperio
global.
En ese sentido, el llamado de las BP fue la “realización de
una revolución social absoluta”. Para ello, criticaba las prácticas
revolucionarias llevadas a cabo hasta ese entonces, ya que estas adolecían del
germen subversivo que deberían haber tenido.
Ese argumento lo hace extensivo sobre todo a los procesos
revolucionarios impulsados en la Unión Soviética, a los que critica
enérgicamente, renegando de la dictadura del partido bolchevique. El manifiesto
de las BP planteaba que la historia de abusos cometidos por los socialismos
reales “es demasiado larga y repugnante para seguir nombrándola”.
La propuesta política de esa agrupación, ante este escenario
de falsas revoluciones, era “una revuelta decidida y profunda, que sea capaz de
destruir completamente a los gobiernos, a la policía política, al ejército
mercenario y a todos los demás organismos del poder político que les permite a
las clases sociales dominantes mantener sus privilegios económicos y su
repugnante autoridad”.
Esa revuelta total debía ser impulsada al margen de los
partidos políticos, fueran estos de izquierda o de derecha, “porque estos son
organismos de poder jerárquicos dirigidos por un puñado de pequeños burgueses
corrompidos y autoritarios, dispuestos a gobernar la revolución para extender
su dominio y sus privilegios sociales a expensas del trabajo colectivo de las
masas populares”.
Además de desarrollar una crítica histórica acerca del papel
que ha tenido la revolución, las BP planteaban que los verdaderos
revolucionarios debían “preparara las masas para la revuelta popular contra los
regimenes de explotación y sus Estados políticos militares que los sostienen
brutalmente en todo el mundo (…) Pero, esa revuelta de las masas populares, esa
revuelta social del pueblo debe ser completa, absoluta. No debe dejar en pie a
ningún organismo ni tampoco a ningún privilegio social que nos recuerde el
viejo Estado y al viejo régimen económico derrumbado por la revolución”.
Las BP reivindicaban la revolución popular y total como la
única salida para escapar de la situación de opresión e injusticia que los
alienaba. Sus esperanzas estaban dirigidas a los cambios que vendrían en el
futuro: “cuando llegue la revolución social, llega el día de la razón, de la
libertad y de la justicia social; con la revolución se abren las puertas del
entendimiento y los pueblos se sacuden la ignorancia que los sometía; con la
revolución llega la libertad, porque con ella los pueblos destruyen el poder del
Estado que le servía a la clase gobernante para someternos por la fuerza; pero
también llega la justicia social, porque con la revolución los pueblos pueden
expropiar a las clases expropiadoras y fundar una sociedad igualitaria”.
Esa propuesta ideológica, que mezclaba elementos del marxismo
y el anarquismo, generaba interés en los trabajadores y jóvenes populares del
sector norte de Santiago, con los que intercambiaban ideas, debatían y
desarrollaban cursos sobre teoría política anarquista, utilizando como locales
sus propias casas, o sedes de grupos católicos.
Posteriormente, cuando ya existía un grupo cohesionado y
disciplinado, comenzaba la puesta en práctica de la resistencia popular
clandestina.
Durante los primeros años de los `70, el fundador de las BP
-de quien recibimos éste testimonio- obtuvo entrenamiento militar especialmente
de los Tupamaros que vinieron a Chile y de militantes de Brasil y Uruguay, de
quienes aprendió mecanismos de guerrilla urbana, como fabricación de explosivos
caseros de considerable poder.
Cada BP contaron con 8 o 9 integrantes. Con el tiempo
llegaron a articular tres brigadas que funcionaban de forma coordinada en las
poblaciones de la zona norte de Santiago.
Su principal forma de acción, fueron los atentados con explosivos
contra el Banco del Estado y el Banco de Chile, la distribuidora de agua
potable EMOS, lugares cercanos a comisarías de Carabineros, por nombrar algunos
puntos. Los vehículos de locomoción colectiva no escaparon a sus acciones:
“Casi con el ultimo pasajero hacíamos detonar una bomba. Nosotros nos habíamos
bajado una cuadra antes. El micro quedaba completamente destruido en el lugar
donde estaba colocada la bomba. El chofer debía abandonarlo, pues de inmediato
se producía un incendio”. Por lo general se hacían varias acciones consecutivas
y muy coordinadas.
Es singular su reticencia al uso de armas de fuego, ya que a
las que tenían acceso eran de muy mala calidad. Además, explica el fundador de
las BP, “uno puede construir una bomba de cinco kilos y eso es mucho más fuerte
que pegar un par de balazos”.
Esas acciones se complementaban con la actuación constante en
las barricadas, nacidas en los sectores populares para manifestar el repudio a
la dictadura, donde en más de alguna ocasión convivieron con el MIR, con los
que no tuvieron problemas, pero mantuvieron cierta distancia.
Las acciones eran realizadas en función del acontecer
nacional, vale decir, como respuesta a medidas represivas del gobierno y para
fechas paradigmáticas. Daban fuertes golpes, que preparaban con gran
detenimiento. Antes de llevar a cabo una acción revisaban el lugar y se
ubicaban en distintos puestos, Algunos vigilaban, mientras otros colocaban las
cargas explosivas.
Además de la acción violenta generaron un sostenido
despliegue propagandístico, ya sea por medio de un boletín titulado La Protesta
con gran cantidad de panfletos, algunos manifiestos y constantes actividades
culturales. El financiamiento para sus acciones, lo conseguían gracias al apoyo
de los pobladores, quienes colaboraban activamente en esas campanas, pues -a su
juicio- “el anarquismo en los sectores populares tiene alta acogida”.
Las BP buscaron “ayudar a la caída de la dictadura mediante
la acción directa de corte popular y militar, y difundir nuestro análisis más
profundo respecto a la realidad”, Se situaron dentro del marco general de
protesta y resistencia, pero a la vez generaron un espacio diferenciador. Si
bien no se distanciaron tanto en las acciones, si lo hicieron en el discurso y
en el referente al cual evocan, ya que -era necesario dar una lectura anárquica
a las masas”.
De esa manera, esos grupos organizados horizontalmente e
integrados por personas de entre 30 y 40 años -además de algunos jóvenes-
funcionaron durante todo el periodo de protestas nacionales. Es decir, hasta el
año ’86-87 aproximadamente, intentando generar un referente anarquista adecuado
a su situación social y en relación a la realidad histórica en que adecuado a
su situación social y en relación a la realidad histórica en que se veían
envueltos. De esa manera, funcionaron y generaron resistencia libertaria. El
haberse hecho parte de agitadas movilizaciones los integró a un contexto
general, pero a la vez los diferencio en su discurso.
Tras la caída de la dictadura muchos de sus integrantes
salieron fuera del país cambiaron de domicilio o simplemente se alejaron de la
actividad política. Quienes quedan aún en el barrio han enfocado sus fuerzas a
actividades culturales, a través de las cuales siguen difundiendo su ideología,
a la vez que preparan a nuevas generaciones para cuando las circunstancias
históricas nuevamente lo requieran.
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[1] Valdés Navarro; Pedro Alfonso. “Elementos teóricos en la
formación y desarrollo del MIR durante el período 1965-1970”; Universidad de
Valparaíso, 2006.
[2] El Movimiento Libertario “7 de Julio”, orgánica
específica anarquista de fuerte influencia teórica malatestiana, tuvo presencia
fuerte en Osorno, Temuco, Concepción, Linares y Talca.
[3] Gutierrez, José Antonio; “Los Libertarios y las lecciones
del Golpe de Estado en Chile (11 de Septiembre de 1973)”; archivo revista
Hombre y Sociedad, 2003.
Extraído de “Anarquistas: Presencia libertaria en Chile” de
Felipe del Solar y Andrés Pérez, RIL editores, 2008.
Fuente: Noticias de la Rebelión
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