LA SITUACION EN VENEZUELA A 20
AÑOS DEL CHAVISMO:
El presente artículo corresponde al apartado
dedicado al caso venezolano en lo que es la SITUACIÓN POLÍTICA INTERNACIONAL y
SIPONA, que será la base para la discusión del Conversatorio-Encuentro que
convoca la Comisión Organizadora MIR Zonal Norte.
Las últimas acciones del imperio en Venezuela
nos debe llevar a redoblar nuestro apoyo al pueblo de ese hermano país para
avanzar en la cristalización de una revolución social. En tanto, nuestro mejor apoyo es comenzar en
Chile a luchar por lo grande, por lo nuestro, por el Socialismo sustentado en
el Poder Popular ya.
En diciembre de 1998, mediante un
legítimo proceso eleccionario, Hugo Chávez accedió a la presidencia de
Venezuela. De entrada digamos que nos parece discordante con la realidad
asignarles a dichos comicios la calidad de “redentores” del pueblo o que pueda
ser la vía electoral “La” herramienta que posibilitará la liberación de las
grandes mayorías, vía a ser imitada sin más por todos los pueblos de la
periferia del SCM. Y es que dichas votaciones no se dieron en abstracto, sin un
tiempo y espacio socio-políticos definidos, sino que sobre los hombros de un
airado e inmenso movimiento social que estaba ya asqueado de los
seudodemócratas de la AD, URD y el COPEI; de la miseria a las que les sometía
el capitalismo basado en la monoproducción petrolera; no se dieron sino después
del Caracazo de 1989 y luego de dos intentos golpistas fallidos encabezados por
el mismo Chávez en 1992, etc.
Con el triunfo legalista del ya
legendario dirigente bolivariano irrumpía en la historia de América Latina una
nueva fuerza política, importante y de impronta combativa, que logró enraizarse
en amplios sectores populares y que rápidamente se puso en el foco de atención
de todo un continente, asfixiado por los ajustes monetaristas y afines al
capital financiero, la espuria alianza de los capitales monopólicos internos
con el transnacional, la pobreza y la desigualdad social, y el sometimiento al
dictum imperial sintetizado en el imperativo de construcción del proyecto
panamericanista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El discurso
de la nueva izquierda latinoamericana comenzó a difundir el concepto de
“Socialismo del siglo XXI”, recogido de un texto escrito un par de años antes,
el cual vino a renovar las ya renovadas propuestas del reformismo y la
socialdemocracia de los “70s y “80s, pero que nunca logró conformar un corpus
político-ideológico coherente ni desarrollar propuestas de cambio
revolucionario con ánimo de ser aplicadas consecuentemente a la realidad
concreta.
Hace dos décadas, el mapa
político de la región aparecía dominado de manera incontrarrestable por el
capital monopólico-financiero periférico –aliado subordinadamente del centro
imperial- y sus adalides en la arena de la política, en lo que hoy nos parece
una galería del espanto. Baste con recordar que, en Argentina, Carlos Menem se
encaminaba al ocaso de un mandato de 10 años caracterizado por las
privatizaciones de servicios públicos (jubilaciones), las empresas y los
recursos naturales estratégicos (YPF), así como por la subasta del país al
mejor postor y la consolidación de las relaciones ‘carnales’ con EE.UU.; en
Brasil gobernaba Fernando Henrique Cardoso, pero mandaba el FMI con la
ortodoxia de las políticas de ajuste y austeridad; y en México, Ernesto Zedillo
gestionaba el TLCAN sin hallar aún la prometida puerta de entrada al Primer
Mundo y portando sobre sus hombros las sombras de la matanza de Acteal y de su
designación como candidato presidencial tras el asesinato de Luis Donaldo
Colosio, en 1994. En Perú campeaba todavía el genocida Alberto Fujimori; en
Ecuador, Jamil Mahuad no solo cedió la base de Manta a los yanquis, en el marco
del Plan Colombia, sino que también prendió la mecha de una crisis financiera
sin precedentes, que entrañó seis mil millones de dólares de las reservas del
Estado para salvar bancos privados, y acabó en una sangría incontenible de las
finanzas públicas, el cierre de numerosas entidades bancarias y detonó un
doloroso éxodo de migrantes económicos.
El informe Panorama social de
América Latina 1999-2000, publicado por la CEPAL, concluía que: “hacia fines de
los años noventa las encuestas de opinión muestran que porcentajes crecientes
de la población declaran sentirse sometidas a condiciones de riesgo,
inseguridad e indefensión. Ello encuentra sustento en la evolución del mercado
de trabajo, el repliegue de la acción del Estado, las nuevas formas
institucionales para el acceso a los servicios sociales, el deterioro
experimentado por las expresiones tradicionales de organización social (…) En
estas condiciones, la mayoría de los hogares de América Latina están expuestos
a importantes grados de vulnerabilidad social” (pp. 16-17).
Es en medio de éste cuadro que
ganó Chávez, quien desde mediados de la década de 1990 venía pregonando la
necesidad de forjar, “un proyecto estratégico continental de largo plazo”, que
permitiera el desarrollo de un modelo económico y político alternativo,
soberano y complementario para la región; “una asociación de Estados
latinoamericanos (…) que fue el sueño original de nuestros libertadores”, decía
el comandante de Barinas, “un congreso o una liga permanente donde
discutiríamos los latinoamericanos sobre nuestra tragedia y sobre nuestro
destino”, para hacer del siglo XXI, “el siglo de la esperanza y de la
resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí”.
Lo que pasó después es un
capítulo inconcluso, que cada vez se pone más y más cuesta arriba para lo que
quiera que sea el legado del ‘comandante de Barinas’.
Desde la muerte de Chávez y la
asunción de Maduro, la poderosa entente reaccionaria conformada por el
empresariado y las fuerzas de la derecha de Venezuela, con el apoyo material y
político de EE.UU., del instrumento imperial regional que es la OEA, las
sucesivas administraciones colombianas y otras del subcontinente (incluida la
de Bachelet), además del respaldo brindado por la Unión Europea (que aún no se
digna a reconocer a Maduro como presidente luego de las elecciones de mayo de
2018), han arreciado su colosal ataque en contra de Venezuela, de su legítimo
gobierno y del proceso de la Revolución Bolivariana. Tal agresión ha consultado
todas las formas de lucha posibles, en los planos legal, semilegal e ilegal; en
los ámbitos político, social, ideológico, mediático, diplomático,
insurreccional y militar; de desgaste político, económico y militar. Han
intentado desde el Golpe de Estado a la invasión militar con el apoyo material
de EE.UU., pasando por la insurrección en centros urbanos, el sabotaje
económico, el recurso del terrorismo y la difusión a destajo de fake news a
través de redes sociales y mediáticas, etc. Un rol fundamental en este
descomunal ataque es el perpetrado a través de lo político-diplomático,
destacándose en ello los arietes conformados por la OEA y el Grupo de Lima,
instancia esta última donde Chile se inscribiera durante la administración
Bachelet y cuyo rol central es execrar la legitimidad y las medidas tomadas por
el gobierno Bolivariano.
El ataque en lo económico contra
Venezuela juega un rol central. Se le perpetra en un acometimiento de zapa,
sacando divisas y bolívares ilegalmente del país o destruyendo grandes
cantidades de estos. También se lleva a cabo en gran escala: ya sea mediante el
embargo financiero y comercial por parte de EE.UU., a través del sabotaje y el
acaparamiento, o bien, en el ámbito de la cooperación interamericana,
intentando aislarla por medio del retiro de seis países con gobierno derechista
desde UNASUR o derechamente, suspendiéndola desde instancias como el Mercosur.
Solo se ha mantenido más o menos incólume su participación en la Alianza Bolivariana
para América o ALBA (de donde se retirara Ecuador, en agosto de 2018) y en la
Celac.
A pesar de la caótica situación
económica, social y política que se ha logrado generar en Venezuela gracias a
toda aquella agresión, el pueblo venezolano sigue otorgando su apoyo a las
fuerzas que sostienen el proceso de la Revolución Bolivariana. Lo hizo el 20 de
mayo de 2018, cuando apoyo la reelección de Nicolás Maduro y su conglomerado
Gran Polo Patriótico Simón Bolívar GPPSB –ratificación aún resistida por la
derecha y sus amigotes- y lo ha hecho en otros 23 comicios nacionales y
regionales. Claro, la abstención ha ido en crescendo (54% en mayo pasado, lo
que no difiere mucho del 51% en las de Chile en 2017), pero ese soporte popular
se ha expresado mejor en la resistencia frente a los golpes de la reacción, en
la lucha diaria por sacar adelante el proceso de cambios sociales y en las
multitudinarias demostraciones públicas de apoyo a las políticas y medidas que
lleva adelante el gobierno bolivariano. En suma, los que han permitido que esto
no se hunda han sido los que no tienen más que la Revolución Bolivariana como
proyecto de vida; los que no quieren volver a un pasado donde campeaba la
injusticia social.
Para enfrentar la agresión de
la derecha y el gran capital (que nos recuerda mucho la que enfrentara Allende
y el movimiento popular chileno, en 1973), el GPPSB -y en especial el PSUV-
debe dar cumplimiento decidido a su programa y a los principios que lo animan. A la par, se requiere que todas las fuerzas de izquierda
venezolanas impulsen y profundicen decididamente la organización política entre
los trabajadores, pobladores y población campesina basada en la construcción de
embriones de poder popular, desde las bases y más allá de las formales
Asambleas Patriótica Populares. Creemos que es dando estricto
cumplimiento al mandato que la gran mayoría nacional le entregara y apoyándose
en la organización del pueblo y los trabajadores, que el gobierno bolivariano
podrá salir adelante en la actual hora. No se puede tener mano blanda o doble
discurso con respecto a los complotados, los acaparadores, los agiotistas, los
terroristas, pero tampoco con aquellos que en las filas gubernamentales, y en
las instancias sociales y políticas intermedias, se beneficien o propicien la
corrupción, el enriquecimiento ilícito, la traición y que se opongan o cercenen
las iniciativas que puedan surgir desde las bases."
MOVIMIENTO
DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA MIR
Enero 24 de 2019
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