viernes, 9 de octubre de 2020

MIR: 55 AÑOS JUNTO AL PUEBLO, HACIENDO CONCIENCIA Y LUCHANDO POR LA REVOLUCION – Parte X


 

"Pues la clase obrera, el pueblo y los revolucionarios no luchan solamente por impedir el golpismo, por derrotar un paro patronal, sólo contra los monopolios y el imperialismo, o sólo por algunas transformaciones económicas; sino por una revolución socialista, que transformando las estructuras económicas vaya también construyendo un poder popular que culmine en un gobierno revolucionario de obreros y campesinos"

“SN del MIR frente al gabinete UP-Generales”, 18/10/72

 

 

El período prerrevolucionario, de la esperanza popular a la hecatombe golpista: octubre 1972 – marzo 1973

 

En septiembre de 1972, la Dirección del MIR refrendaba que la situación abierta el 4/9/70 poseía rasgos de prerrevolucionaria, la que si bien no lograba madurar a revolucionaria, tampoco revertía a la “normalidad” (Pérez, 2a). Ello se relacionaba con un escenario caracterizado por 8 factores: agudización de la lucha de clases; autonomización y cohesión relativas de las clases en general; lo anterior era claro para el caso de la pequeña burguesía, propietaria y asalariada (“enardecimiento”); autonomización relativa de las FFAA; fortalecimiento de la clase dominante; debilidad del gobierno y la UP; contradicciones al interior de las fuerzas de izquierda; contradicción grave entre el movimiento popular y el aparato estatal, todo ello en un contexto de agudización de las dificultades económicas (a la que contribuía el gobierno con su política de precios). Por ende, si consideramos que dichos factores muestran a una burguesía que avanzaba, en tanto que las clases y capas subalternas se estancaban, no resulta extraño que la primera se envalentonase y lanzara, dos meses después, un proceso ‘insurreccional’ con apoyo de sectores de la mediana y pequeña burguesía.        

 

La arremetida de los sectores reaccionarios: la derecha política, agrupada en la Confederación de la Democracia CODE, donde se incluía la DC; todos los gremios burgueses; y con apoyo de la CIA e intereses imperialistas, iba dirigida a estrangular la economía, generar descontento social y lograr la salida o bien neutralizar a los uniformados constitucionalistas. Ante ello, el MIR constata, 19/10 (PF Nº 169, octubre 72), que aquella ofensiva había sido posible por las debilidades del gobierno durante el bienio, fruto de una política débil y vacilante que se debía rectificar. Los sectores que sostenían esta visión, dejando de lado al movimiento popular y a la clase trabajadora, optan por resolver la crisis sólo con la intervención gubernamental y de los militares (que ocupan algunas carteras). Considerando tal escenario y el enfrentamiento clasista de fondo, el MIR propone que la clase trabajadora tome en sus manos la resolución del conflicto: “Sólo de esta forma será posible terminar con las bases económicas en que se apoya la ‘resistencia civil’ de los patrones” (ídem). Para esto, era necesario desarrollar el poder del pueblo, al calor del combate popular, de su unificación desde abajo y organizado a nivel local, creando para ello los Consejos Comunales de Trabajador@s. Mediante la ofensiva del movimiento popular y de trabajadores, apoyada por el gobierno, las FFAA y soldados, se podría romper el cerco económico y subversivo de los de arriba. Ahora bien, si había uniformados que apoyaran la causa, bienvenidos, pero esto no debía limitar la movilización y el combate de l@s trabajador@s contra la patronal. Urgía golpear juntos para detener la intentona reaccionaria, “no obstante nuestra diferencias y la necesidad de intensificar la lucha ideológica” (ibídem).                   

 

El partido acompañó los esfuerzos de los pueblos y l@s trabajador@s para atajar a la reacción. Se desplegaron a lo largo del país múltiples iniciativas para: la distribución de alimentos, la venta directa por l@s trabajador@s de mercaderías a través de las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP) y otras instancias, la autodefensa, el reinicio de las actividades en fábricas paradas por la patronal (cuando no exigiendo la requisición de estas), la activación del transporte, etc. Muchas de estas acciones eran centralizadas por los Comandos o Coordinadores Comunales (Com-Cs). Los Consejos Comunales (Con-Cs) y Provinciales (Con-Ps) de trabajador@s, urbanos y rurales, dan un salto adelante en su práctica. Aquello ocurría aun en medio de una oleada de atentados terroristas a cargo de grupos derechistas armados, junto con el ataque vil de los medios informativos, en manos de la CODE en un 70%.

 

La reacción no logró su objetivo sedicioso, pero la paralización tuvo graves repercusiones. En el contexto de la economía, afectó el aprovisionamiento del país, que ya estaba deteriorado, sin llegar a paralizar la producción industrial y agraria porque los trabajadores procedieron a ocupar industrias y fundos. También se extendieron las JAP, que solventaron buena parte de la distribución, sobre todo a nivel local. Su efecto más importante fue la polarización social, ya que amplios sectores medios se sumaron a la reacción burguesa. Pero también radicalizó al grueso de la clase trabajadora y de los pobres. No sólo ocuparon fábricas y campos, sino que además probaron que podían hacerlos producir sin empresarios, lo que los reafirmó en la autovaloración de su capacidad revolucionaria. Además del desarrollo de los Comités de Autodefensa, surgieron los Cordones Industriales en la ciudad y se extendieron los Con-Cs en el campo; es decir, desde la base surgían formas elementales de poder popular. Como respuesta al Pliego de Chile, que la reacción levantó como su plataforma sediciosa, los trabajadores levantaron el Pliego del Pueblo, que recogió la propuesta de adecuación revolucionaria del Programa de la UP que el MIR venía agitando desde inicios de año (Pituto, “Apuntes para la historia del MIR…). 

 

Lamentablemente, los reformistas y la tecnocracia UP optaron por alentar la desmovilización de la clase trabajadora, llamándoles a devolver las industrias a los empresarios y respetar la institucionalidad vigente. El gobierno llamó a la oposición a establecer una tregua hasta las elecciones parlamentarias de marzo 73, buscando que sus resultados definieran la legitimidad institucional del proceso de reformas que impulsaba, en una posición política de debilidad, que daba la espalda al movimiento popular y que abría la posibilidad a su desalojo si la reacción vencía en esos comicios. La inclusión de varios generales en el gabinete vino a ejemplificar que Allende prefería adherir a la institucionalidad y la paz social. En otra concesión, por presión de los militares y en acuerdo con la oposición parlamentaria, la UP votó la Ley de Control de Armas (LCA) que supuestamente permitiría actuar sobre los grupos civiles armados que protagonizaban atentados y sabotajes contra el gobierno. El MIR criticó ácidamente estos pasos políticos del reformismo porque confundieron al movimiento popular, no contuvieron la subversión reaccionaria y -sobre todo- otorgó a los militares un papel rector en la vida política del país. Paradojalmente, la izquierda alentaba el rol militar regulador en lo político que en dictadura se convertiría constitucionalmente en el eje vertebrador del nuevo Estado contrainsurgente, función que se mantiene hasta hoy. La LCA puso al partido en alerta: “esta ley es de gravedad extrema, porque no toca sólo a las organizaciones políticas, sino también al movimiento de masas” y remataba: “afecta toda la concepción de trabajo orgánico y envuelve un esfuerzo muy grande. Y es irrebatible. Esta es una fuerza contra la cual hay que luchar y hay que hacer todo el esfuerzo necesario(Pérez, 2b)

 

La respuesta popular, la que hizo fracasar el paro patronal, generó una coyuntura muy favorable para avanzar en la acumulación de la Fuerza Social Revolucionaria (FSR), superar la conducción reformista y golpear las bases de poder de la reacción. El MIR se abocó a impulsar la constitución de Com-Cs (“Comités coordinadores, ruta del poder obrero”), que unificaran localmente la movilización de las fuerzas populares y sentaran las bases para la constitución de Asambleas del Pueblo regionales (llegaron a ser un centenar); a promover el desarrollo de tareas de autodefensa miliciana, de control obrero, las JAP, etc.; a difundir y discutir en la base el Pliego del Pueblo; a redoblar la agitación democrática hacia las FFAA y de Orden. Pero se evidenció que el partido, por sí solo, no tenía la fuerza suficiente para aprovechar plenamente la coyuntura revolucionaria. Se requería que también la izquierda de la UP se decidiera a la construcción del poder popular. Pero la fuerte oposición de los sectores reformistas la hicieron vacilar. Apoyaron la extensión de los Cordones Industriales, pero fueron renuentes a la organización de Com-Cs y a convocar Asambleas Populares regionales en una expresión de poder independiente del gobierno, el Congreso y el Estado. 

 

Sobre todo a partir de 1972, comenzó a discutirse en el MIR la necesidad de adecuar la organización al período. Revalidándose la legitimidad del liderazgo de Miguel, ello se acompañó por un proceso de ampliación de los órganos de dirección colectiva y por la cooptación de dirigentes con fuerte respaldo de base. Fluía un permanente intercambio interno de información y se alentó la discusión en todos los niveles. Pero esta tendencia a la disminución del centralismo y aumento de la democracia interna no fueron suficiente para terminar de democratizar la organización. Con todo, la inadecuación organizativa tendió a sortearse mediante el desarrollo de los “frentes intermedios de masas” (que viéramos antes). Se produjo así una dualidad organizativa: por una parte estaba el MIR, concebido como un partido centralizado, de estructura político-militar piramidal, semi-compartimentado, formado por militantes de dedicación profesional o casi profesional, muy selectivo y exigente en el reclutamiento que se relacionaba con el movimiento popular a través de los frentes intermedios; por otra, estos frentes muy enraizados en los sectores sociales donde se construían, abiertos y sin compartimentación, muy flexibles en sus modalidades orgánicas y exigencias de reclutamiento, cuyos miembros se identificaban como miristas. En la práctica ambos operaban como una sola organización política tensionada por la dinámica de conducción vertical, uniformadora, que venía desde el "partido", y la dinámica más democrática, expresión de la diversidad de los sectores sociales donde se anclaban los "frentes intermedios". Según el Pituto (ídem), al iniciarse el período prerrevolucionario el MIR no superaba los tres mil miembros. En 1973, el "partido" se acercaba a los diez mil miembros, y la suma de los "frentes intermedios" superaba los treinta mil. En conjunto, el mirismo organizado agrupó entre 40 y 45 mil personas, logrando una influencia de masas aún mucho más amplia.   

 

A la problemática organizativa anotada por Pituto, Nancho agrega recientemente algunas críticas (“Sobre el quehacer político del MIR”). Para éste, el atajo orgánico representado por aquella forma de construir la FSR no había sido correcto, pues, aparte el hecho de su carácter abierto, había servido a la acción represiva posgolpe. Por otro lado, habría sido un error que el partido se dedicase, casi bizantinamente, a criticar públicamente al reformismo y no se ocupara de construir paciente y silentemente el poder popular al interior de las clases y capas subalternas. Podríamos espetarle al compañero que desde el hoy es fácil criticar el ayer y también que, habiendo sido un dirigente en aquella época, ningún registro indica que haya expuesto por entonces su oposición o reproche al ejercicio de tales políticas partidarias.

 

Poniendo las cosas en su lugar, digamos que el proceso abierto por la UP continúa siendo bastante sui generis entre las formaciones periféricas capitalistas, caracterizándose por la amplitud del empuje de los de abajo y el rápido avance de estos, impidiendo tal dinámica la construcción clandestina de partido de tiempos ‘normales’; con un gran ascendiente de las políticas del reformismo, etc. El caso chileno era atípico, además, por lo extenso del lapso prerrevolucionario, sin llegar a consumarse una situación revolucionaria (por las características del conjunto de factores). Por otro lado, esta etapa encontró al MIR saliendo de la clandestinidad, recién maduradas su identidad y propuestas, con escasos vínculos con las clases motrices, en especial el proletariado fabril. Además, se debe contar con que el reformismo no dio tregua durante todo el período, aislando a l@s revolucionari@s e inclusive instigando su represión. Es ese el contexto en que la Dirección apuesta a la conformación partidaria y de la FSR, apoyándose en la amplia movilización popular existente, lo que dificultaba una construcción conspirativa y clandestina de las mismas. Nos extenderemos más sobre el punto al epilogar éste período.       

 

Los combates contra la ofensiva reaccionaria de octubre y el impulso a la construcción del contrapoder de las clases y capas subalternas realizados por el MIR, conducen a esfuerzos comunes y a estrechar relaciones políticas con algunas organizaciones y líderes de la UP, especialmente del PS, la IC y el MAPU. Tras la derrota del llamado “paro patronal de octubre”, las experiencias de trabajo conjunto a nivel de base entre militantes del MIR y de esas fuerzas de izquierda se multiplicaron, especialmente en los cordones industriales de Santiago, Valparaíso y Concepción, así como en varios Con-C y Com-C. Este trabajo conjunto también operó en las movilizaciones campesinas, de Mapuche (en la actual Araucanía) y forestales de Panguipulli (Correa, Molina, Yáñez), al interior del movimiento de pobladores y en la continuidad de la Asamblea Popular de Concepción, levantada en julio anterior. La confluencia de visiones y políticas llevan al MIR a respaldar las candidaturas de los partidos mencionados en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Sobre los contenidos de este apoyo el MIR les expresaba a los socialistas, en una carta de enero de 1973:

 

El MIR, detrás del objetivo fundamental del período, la conquista del poder, ha luchado y seguirá impulsando la lucha por las posiciones, el programa y la táctica antes desarrollados, expresado hoy fundamentalmente por el carácter de la alianza social que proponemos y por el impulso al desarrollo y fortalecimiento de un poder popular.

A partir de eso, dada nuestra apreciación acerca del carácter y la importancia que asumirán estas elecciones de marzo, por encima de las discrepancias existentes, sobre la base del desarrollo de algunos acuerdos tácticos y dada la existencia de acuerdos en algunos aspectos programáticos, básicos, aspirando a que en el curso de la lucha social y política misma estos se acrecentarán, proponemos enfrentar esta lucha electoral conjuntamente (Pérez 3a).

 

El MIR aprovechó los meses de campaña para promover el Pliego del Pueblo e impulsar los Comandos Comunales, la Asamblea del Pueblo, y la movilización por un gobierno de los trabajadores que utilizara el Estado como palanca de apoyo a la lucha popular. Era una forma de participación crítica en la contienda electoral que polarizaba políticamente al país, sin desviarse del eje estratégico de acumulación independiente de FSR y construcción del contrapoder de los de abajo. L@s trabajador@s de la textil Hirmas, que no obedecieron el llamado del gobierno a devolver la industria ocupada, que impulsaron la constitución de los Com-Cs de Trabajador@s y las tareas de autodefensa, pusieron en el frontis de la fábrica un enorme cartel que decía: “Defendamos este gobierno de mierda” (Pituto, ibídem). Su práctica y su palabra resumían bastante de la táctica de la izquierda revolucionaria.

 

 

Movimiento de Izquierda Revolucionaria

MIR

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