¡A CONVERTIR
EL LEVANTAMIENTO DE LOS PUEBLOS Y TRABAJADORES DE CHILE EN PODER PARA LA
VICTORIA!
Enero
2020
Compañeras
y Compañeros:
Sin lugar a dudas
que el potente proceso de movilización político-social de los explotados y
oprimidos que remece Chile hace casi tres meses, un verdadero levantamiento nacional
popular, en los hechos ha significado que
los pueblos y los trabajadores hicieron añicos el cuadro de una pretendida sociedad
idílica y pacífica, imagen que sólo sirve para ocultar la verdadera dictadura a
la que una exigua y excluyente minoría somete a la gran mayoría nacional.
En unos pocos días, nuestra formación se vio trastornada nada menos que por el
alumbramiento de un nuevo período en la lucha de clases, una nueva y promisoria coyuntura para tod@s l@s que aspiramos a un
cambio revolucionario en nuestra formación social. Esta llega en brazos de
un renovado y robusto movimiento popular (MP), capaz de emprender, mediante
múltiples y novedosas prácticas concretas, la agudización de las contradicciones
clasistas y el cuestionamiento de la legitimidad del modelo y de quienes lo sostienen/justifican.
Sin embargo, luego de la meteórica y extensa explosión inicial de rabia acumulada,
los amplios sectores movilizados se
encuentran en la difícil y crucial hora de lograr articular una propuesta y una
organización que -con un claro sello popular- logren dar continuidad al valioso
proceso en curso.
Tan colosal tarea, la de transformar un gran movimiento social
popular en sí –que lucha por objetivos inmediatos y democráticos- en uno de
carácter cualitativamente superior, de fuerza política y social para sí, que
aspire a la derrota de su enemigo clasista y construya una nueva sociedad,
se ve dificultada por diversos, concurrentes y complejos factores: su heterogeneidad
político-social e ideológica (aunque ella, paradojalmente, sirvió de elemento
aglutinador en la etapa de despegue del empeño y hasta ahora), la que se ve
expresada en una variada y extensa lista de demandas y que, consiguientemente,
nos habla de la participación de numerosos sectores, frentes y capas sociales; el
extenso proceso de ablación político-ideológica al que se vio sometido el país
por parte de la dictadura cívico-militar primero y luego, por tres décadas de
gobiernos ávidos por dar gobernabilidad al sistema de dominación y explotación que
tan gustosamente heredaron; la debilidad con que encuentra la coyuntura a los
sectores revolucionarios y aquellos más avanzados al interior del MP; los
cantos de sirena de aquellos grupos mantenedores del sistema de dominación que
encarna la exNM, de la izquierda reformista e inclusive la neorreformista (FA y
afines); la represión de las FFAA y de Orden, que luego de la brutalidad
inicial ha dado lugar a una de tipo más sibilina; y la estrategia del lobo con
piel de oveja que emprenden las derechas económica y política, lo que incluye
ciertos cambios cosméticos por parte del gobierno patronal (bonos, ‘agendas
sociales’). Existe, no obstante, un
factor estratégicamente disruptivo para la causa y los objetivos del MP, el que
cobra cada vez más importancia y que no sólo es promovido por el estrato
político civil (el Congreso, La Moneda y la generalidad de los partidos
políticos), sino que es alentado por
organizaciones e intelectuales dentro del mismo campo popular: nos referimos a
un supuesto “proceso constituyente” o de elaboración “democrática” de una nueva
carta magna. Ya volveremos sobre éste último escollo y auténtico volador de
luces para la lucha que llevan a cabo actualmente extensos sectores de los
pueblos y los trabajadores.
Como
siempre: ¿Qué hacer?
Evidentemente, para
lograr avanzar a grados superiores de organización y lucha –creemos- el MP ha de
enfrentar y sortear con éxito los retos anotados antes. Y aunque l@s
revolucionari@s no las tienen todas consigo, es esta una oportunidad histórica
para contribuir al logro de tal cometido estratégico.
Resulta
urgente que la Izquierda Revolucionaria (IR) chilena se una, aunque sea a un
nivel federativo, y logre construir propuestas claras y asequibles al interior
mismo del MP. Para coadyuvar a este éste último fin, debe afianzar sus
relaciones con los elementos más avanzados de los diversos sectores hoy en pie
de lucha, contribuyendo –de manera activa- a otorgar una conducción ofensiva y
rupturista en cada uno de los frentes y las organizaciones que los integran,
saliéndole al paso a aquellas fuerzas que van desde el reformismo y el
neorreformismo (léase US y el FA, respectivamente) a los grupos mantenedores del
sistema (exNM). Levantar políticas y estrategias que potencien el actual y masivo
movimiento de los pueblos y los trabajadores requiere de mucha humildad y afán
unitario por parte de l@s revolucionari@s, pero, en retorno, al compenetrarse
con los activos democráticos y los sectores más rupturistas de los movilizados,
les puede terminar de convencer de reemprender la senda de la unidad en la
acción, la cual nunca debieron abandonar.
El aspecto centrífugo
inherente de éste MP, íntimamente relacionado con su heterogeneidad, debiera afrontarse
mediante una campaña político-ideológica apoyada en todos los medios y
plataformas posibles y echando mano de todas las fuerzas humanas disponibles por
parte de la IR y el campo popular, en
una batalla que apunte a hacer conciencia que quien no lucha por todo no lucha
por nada y dejando muy en claro que nuestro combate es revolucionario, anticapitalista,
antiimperialista, antipatriarcal y por el Socialismo. Parcelar y sectorizar
el conjunto de las demandas sólo nos puede llevar al presentismo y a la
dispersión de los esfuerzos y recursos que debieran estar concentrados en dar
forma a la alternativa y al programa de los pueblos y los trabajadores de
Chile. Tal heterogeneidad está siendo aprovechada, tanto por fuerzas políticas
que se dicen populares (el caso de US, que porfiadamente pretende ser la
dirección e interlocutor de los sectores movilizados) como por aquellas ligadas
a la exNM (carerrajas que durante 30 años no han hecho más que justificar el
modelo antipopular), y seguramente veremos en lo porvenir una profundización del
intento por desmembrar la impresionante unidad social y política alcanzada por éste
MP.
Sólo unos pocos dentro
de la IR dábamos cuenta de la explosiva acumulación de demandas y reclamos por
parte de los explotados y postergados en los últimos meses, proceso que en
algún momento iba a gatillar –como efectivamente ocurrió- un estallido social.
Y esto aconteció por cuanto la mayoría de aquellas demandas no podían –ni
pueden- ser resueltas o siquiera cooptadas por el bloque político de Estado
(las derechas política y económica, la exNueva Mayoría y los neorreformistas
del FA) en los marcos de la actual ‘democracia’
de baja intensidad (como, de una forma u otra, pudieron hacerlo las clases dominantes
hasta el período pre-revolucionario abierto durante el gobierno de la UP). Este es el principal talón de Aquiles del
sistema de dominación y explotación, el cual quedó al descubierto gracias al
empuje de los millones de movilizad@s.
Con vistas a subsanar
la apatía y las graves deformaciones político-ideológicas impuestas por los opresores
a las grandes mayorías nacionales durante cuatro décadas y media, es evidente que potenciando la lucha
popular unitaria y ofensiva, como la emprendida en los últimos tres meses por parte
de las amplias masas, enfrentando en las calles a las fuerzas represivas que
sirven de guardianes del modelo de dominación, apuntando siempre a la resolución
de tanta demanda postergada y al ejercicio pleno de todos los derechos básicos,
todo ello servirá como un intenso proceso de enseñanza-aprendizaje
político-ideológico, mucho más eficaz que años de propaganda política ‘en frío’
(un ejemplo claro de esto fue la funa a la PSU, liderada a nivel nacional por
la ACES). Es tarea de l@s revolucionari@s y de los sectores más consecuentes del
MP construir, al calor de la lucha, la estrategia que contenga y permita el
despliegue de los aspectos consignados, orientándose siempre a horadar los pies
de barro del sistema.
Ahora que el
período más álgido del estallido de la cólera social está declinando resulta
vital que la IR y aquellos sectores más políticamente conscientes de entre los
movilizados impulsen mayores grados de unificación de las demandas y luchas en
cuestión, y de ir desarrollando instancias concretas de organización, avanzando a la construcción de gérmenes de
poder popular, entre los cuales resulta fundamental la conformación -al calor
de la lucha clasista- de Asambleas Populares Locales, Comunales y Provinciales,
en todo el territorio nacional. A la par de dichos esfuerzos, debemos impulsar con toda la fuerza posible
la realización de un gran Paro (o Huelga o como se le quiera llamar) Nacional
Productivo, de carácter indefinido, que haga reventar las bases de sustentación
económica del modelo antipopular vigente y que facilite el desarrollo de la
crisis del sistema ‘por abajo’. De lo que se trata es mantener, el máximo
de tiempo posible, una situación como la vivida en todo Chile durante el
exitoso Paro Nacional del 12 de noviembre.
Asimismo y siempre
en relación con la construcción del contrapoder popular, resulta imprescindible
dar un reimpulso a todas las organizaciones de defensa de los territorios, de los
entornos físicos y socioculturales. Según su área de inserción e influencia,
habría que invitarlos a integrarse en la Asamblea Popular del nivel
correspondiente. Finalmente, pero en un desafío que no resulta menor, se
requiere que los activos democráticos copen y logren la conducción de todas las
instancias de base en que los pueblos y l@s trabajador@s se organizan, llámense
sindicatos, federaciones, confederaciones y centrales sindicales; o centros de
alumnos y federaciones estudiantiles, etc.; de las organizaciones comunitarias
denominadas funcionales y territoriales: JJ.VV., CC. de Padres y Apoderados, Comités
de adelantos, de Usuarios de los SS. Públicos, etc. Lo mismo que para las
apuntadas antes, por cierto que estas instancias organizativas contribuirían a potenciar
la lucha del MP sí se lograse integrarlas en las Asambleas Populares del nivel
pertinente.
En suma, urge
construir el poder y la organización político-social de l@s explotad@s y
marginad@s de Chile, única vía eficaz para dar continuidad al levantamiento
popular en curso y afrontar con fuerza y decisión las tareas por la conquista
del poder político, en un proceso ininterrumpido hacia la sociedad socialista.
¿Qué
tiene que hacer la democracia burguesa en las filas de un Movimiento Popular
que aspira a un cambio revolucionario?
En línea con el epígrafe,
nos preguntamos: ¿qué tiene que hacer el famoso Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución siendo apañado por
el MP que irrumpe el 18 de octubre, tal como lo quieren forzar no ya elementos
de la exNM y del FA, sino también algunos en la izquierda extraparlamentaria?
Al fullero acuerdo
alcanzado entre la derecha y el gobierno patronal con los partidos de la exNM y
el apoyo explícito e implícito de la mayoría de los del FA (autoproclamados ambos
conglomerados como “la oposición”), se han sumado figuras y orgánicas dentro de
la izquierda que, por un lado, lo denuncian como una farsa pero que, por otro,
lo aceptan como un “campo de batalla” (PC-varios integrantes del FA y otros que
se fueron de éste). Si bien es conocido el prontuario de errores y deficiencias
que éstos próceres arrastran, igualmente debemos prevenir a los pueblos y l@s
trabajador@s frente a la apelación que aquellos harán a un supuesto “realismo
político”, que en verdad sólo encubre su oportunismo y claudicación, con miras
a que acepten participar de lo estipulado en el famoso acuerdo, intentando corromper
la lucha y los propósitos que animan hoy al MP. De igual forma, debemos estar alertas
de cara a los intentos de los intelectuales sistémicos apolíticos (Atría,
Navía) y de los independientes de toda laya, quienes también intentarán la
mayor participación posible en el proceso constitucional abierto con el acuerdo
cocinado por los de arriba, contribuyendo gratuitamente a sembrar en el seno de
l@s luchan la confusión y la división.
El
mecanismo constitucional acordado entre gallos y medianoche por el estrato
político civil, motivado fundamentalmente por el afán de conjurar la amenaza de
una rebelión popular, es inconducente para los intereses y objetivos de los
pueblos y l@s trabajador@s, así como antidemocrático en esencia y en sus
consecuencias, toda vez que surge para asegurar el, “restablecimiento de la paz y el orden público”; claro, la paz de
los sometidos y el orden impuesto por los opresores. De partida, no participó
en su gestación ninguna de las organizaciones y sectores del MP, la verdadera
oposición, y recordemos que ningún cambio social real –incluido el ordenamiento
constitucional- se dará sin la participación de los sectores populares. Los
procedimientos, quórums e institucionalidad a ser implementados por parte de
alguna de los dos tipos de convenciones los definió, ante sí y por sí, esa
pandilla de politicastros, en circunstancias que cualquier manual de derecho
constitucional asevera que es la propia Asamblea Constituyente (si es de verdad)
la que los tiene que determinar. Por más corcoveos que se den sus gestores, el
entuerto no asegurará la paridad de género para la integración de la Convención
ni tendrá un carácter plurinacional ni se avizora la posibilidad de romper el asfixiante
centralismo santiaguino a través de un sistema de representación más justo de
las regiones (ni hablar de federalismo). Se impone a rajatabla la dictadura de
las minorías (cuestión que ocurre desde hace 46 años), cuando se establece un
quórum de 2/3 para las votaciones del órgano, condición que dejará en manos del
futuro Congreso –y no de consultas plebiscitarias ad hoc- las materias en que
no haya acuerdo y que se augura serán las más trascendentales; es decir, serán
dejadas al arbitrio de los mismos que tienen a Chile viviendo bajo una
democracia gorila hace 30 años. Se pretende obligar a la mayoría nacional a que
avale toda esta lesera mediante el voto obligatorio (al menos para el
plebiscito ratificatorio), pero allí les saldrá nuevamente el tiro por la
culata. Otrosí, los politicastros de la derecha y la falsa oposición que salgan
del circuito congresal a fin de participar en esta Convención lo harán sólo por
un año, por lo que -luego de realizada su labor gatopardezca en la misma- bien pronto
podrán pasar a ocupar un curul en el Olimpo congresal (por cierto, gracias al
gentil financiamiento de los grandes empresarios). Y la guinda de la torta, la
mayor trampa de esta movida acordada entre el gobierno patronal y sus
pretendidos opositores, viene a estar dada por el hecho que los integrantes de
la Convención serán electos con, “el
mismo sistema electoral que rige en las elecciones de Diputados en la
proporción correspondiente”, y todo el mundo sabe que en Chile ese sistema,
por más maquillaje que le hayan puesto, sigue siendo binominal. Luego, los
independientes (se entiende que de partidos) tendrán menos chance de estar
presentes en éste show que encontrarse un trébol de cuatro hojas, lo que
allanará el camino para que el duopolio que nos tiene hasta el cuello siga
haciendo de las suyas en esta democracia de pacotilla.
De paso, señalemos
que la cacareada consulta llevada a cabo por la Asociación Chilena de
Municipalidades, donde ediles desde la UDI al PC se mostraron muy orondos con
esto de una nueva Constitución, centralmente sirvió para preparar los ánimos y
legitimar ante el país la consulta de abril y todo el rollo politiquero del
bloque político de Estado. Afortunadamente, los representantes y sectores que
conforman el MP no se prestaron para avalar tan ostentosa triquiñuela de mero
civismo burgués.
Baste el resumen
supraescrito para darse cuenta que participar en el proceso constituyente del
bloque político de Estado, abonado por
próceres y sectores mantenedores del sistema y algunos de la izquierda
reformista y neorreformista, es contraproducente con las causas y los objetivos
que han dado vida al MP actual. Pero, no sólo eso: la creatura que surja de
aquello, una Constitución tanto o más nefasta que la actual, no sólo terminaría
por arrastrar al escarnio y la maledicencia populares a todos aquellos que hoy
se prestan gustosos a participar y a invitar a otros a hacerlo, sino que enviaría
también al basurero a tod@s l@s que se dejaron seducir y apostaron finalmente
por ésta gran trampa de los dueños y los protectores del sistema de dominación
y explotación.
¡Y era que no! Cada
día que pasa aumenta la cantidad de potenciales votantes que se restarán de
votar en abril, pues no quieren validar el engaño al que los sectores
dominantes les quieren arrastrar (algunas encuestas proyectan que la abstención
ya bordea el 60%). Como parte de la IR,
nos parece que lo que corresponde hacer a los pueblos y l@s trabajador@s en
rebeldía desde el 18 de octubre es no participar ni avalar esa propuesta
indecente, sino rechazarla completamente ¡No al No, No al Sí; Sólo la Lucha nos
Hará Libre al Fin!
No obstante todo lo
dicho hasta aquí, nuestro cuestionamiento es aún mayor: los cientos de miles de
chilen@s que salieron a las calles de la mayor parte de las ciudades del país a
partir del 18 de octubre, ¿lo hicieron, lisa y llanamente, porque deseaban una
flamante y estupenda Constitución?, ¿tenían ell@s en mente que formaban parte
de un “proceso constituyente autoconvocado”?, ¿luchaban por instalar una
Asamblea Constituyente? Definitivamente y digámoslo fuerte, ¡No! La verdad, se
admita o no, es que se rebelaron y marcharon y gritaron y protestaron para
pararle la mano a los que abusan a diario de ell@s y sus familias; para decir
basta ante tantos sueños y aspiraciones que nunca llegan a hacerse realidad;
ante una sociedad claramente excluyente y sanguijuela, que sólo sirve los mezquinos
intereses y defiende las ganancias de una ínfima minoría. Lo demás, la
entelequia constitucionalista, de orden civilista burgués, se lo fueron
adjudicando los grupos políticos mantenedores del sistema (desde la exNM a la
periferia del FA) y los intelectuales sistémicos apolíticos y algunos “progres”
(Ruiz). Los primeros, para sacar del foco de atención del MP la cuestión del
poder y la lucha contra las bases de sustentación del sistema. Los segundos,
porque apuestan que la vía constitucional se convierta en una forma de pacífica
para ‘humanizar’ el modelo que tanto aborrece la inmensa mayoría del país.
Estamos claros que
la generalidad de los habitantes de Chile desea –entre otros reclamos- una
nueva Constitución, pero no cualquiera, sino una que de verdad recoja sus
demandas y deseos de una vida más digna, además de estar ciertos que debe ser
elaborada a partir de ellos mismos a través de las instancias que legítimamente
se den, siendo la primera una Asamblea Plurinacional Constituyente
autoconvocada, con paridad de género, democrática, representativa popular y
regionalmente. Prueba de lo que decimos se puede constatar en la declaración de
una decena de organizaciones sindicales, del 11/11, en la cual, aparte de apoyar
la creación de un comité de huelga que, “allane
el camino a una paralización efectiva de todos los sectores y que avance hacia
una huelga general que demuestre nuestra fuerza y convicción de transformar
Chile para siempre”, aportan que es desde el seno de esa gran movilización
popular donde surgirá, “una nueva
Constitución que permita establecer las bases políticas y económicas para los
derechos sociales que fueron arrebatados en la dictadura y que desde hace 30
años ningún gobierno ha tenido voluntad de recuperar”.
Sin embargo,
debemos estar advertidos que, históricamente, en el hemisferio occidental y al
menos desde 1215, toda nueva Constitución viene a sancionar el orden impuesto
por los vencedores de un conflicto clasista al interior de una formación social;
es decir, se asienta primero el poder del sector vencedor y desde esa posición
de fuerza, de poder político hegemónico, inscribe su programa estratégico en la
forma de una Constitución. Así, en Chile se instauró, sorteando las fuerzas democráticas
y de las provincias las amenazas golpistas del patriciado santiaguino, la liberal
de 1828. Sin embargo, la de 1833, se impuso luego del triunfo en Lircay de las
fuerzas conservadoras sobre las anteriores. La de 1925, no consideró para nada
los valiosos aportes realizados por una serie de organizaciones del campo
popular (FOCH, FECH, profesores, etc.), de las capas medias (federaciones de
profesionales, gremios de la pequeña y mediana burguesía, etc.) y parte del
estrato político civil y militar (su franja más joven), cuyos representantes se
habían autoconvocado a una Asamblea Popular Constituyente en Santiago y cuyos
frutos se perdieron en la obscuridad de los tiempos, pues a pesar de tener la
razón y representar a la mayoría de la población, no llegaron a detentar el
poder político y Alessandri, finalmente y apoyado en las bayonetas, hizo
aprobar una que trasuntaba los intereses de la burguesía rentista, fracción
hegemónica entre la burguesía de entonces. Y qué decir de la de 1980, que nos sigue
rigiendo hasta hoy -maquillada y todo- por el simple hecho que continúa
validando, en lo político, el poder absoluto que detenta hace cuatro décadas el
capital monopólico-financiero en nuestra formación.
Así que una tarea
pendiente por parte de la IR es hacer claridad al interior del campo popular
que, al contrario de lo que afirman quienes ponen la carreta delante de los
bueyes, será el futuro gobierno de los pueblos y la clase trabajadora de Chile
el que hará posible la materialización de una Constitución que de verdad sea
democrática y representativa, la cual vendrá a ser la expresión natural de la
sociedad sin clases ni explotación y discriminación de ninguna especie que
construiremos entre tod@s. Lo anterior no obsta a que el MP –en el presente-
deje de considerar una Carta Popular dentro de sus reclamos, inclusive pudiendo
llevar a cabo una amplia Asamblea Popular Constituyente autoconvocada y en la cual
se plasmen las demandas y aspiraciones más sentidas por las grandes mayorías
nacionales.
Si
no hay justicia para los pueblos y l@s trabajador@s que no haya paz para nadie
El objetivo
táctico-estratégico actual de la IR y sus aliados sigue siendo la lucha
inclaudicable por los objetivos históricos de l@s explotado@s y l@s marginad@s,
apoyándose para ello en la acción revolucionaria y el contrapoder de los
pueblos y l@s trabajador@s de Chile, construido al fragor de la misma lucha, evitando
así la salida hacia la conciliación de clases de éste gran movimiento y
asegurando la unidad de los diversos sectores que lo conforman. De manera
combinada, la estrategia de l@s revolucionari@s debe propender, por una parte,
a la conquista y el ejercicio de todos los derechos por parte de l@s oprimid@s y
excluid@s y, de otra, a hacer “saltar” la lucha popular por objetivos
nacionales y democráticos hacia una por el Socialismo.
No debemos olvidar
que las fuerzas que dan vida al bloque político de Estado se encuentran ávidas
por desalentar la extensa activación social popular y así poder continuar
deleitándose con su acuerdo de dominación ‘por arriba’ o pacto de
gobernabilidad. Inclusive, el Departamento de Estado yanqui mete su narizota en
la coyuntura y se atreve a exigir el cese de un movimiento político-social de
masas que cuestiona agudamente el expoliador y excluyente sistema de dominación
y explotación chileno, además de apelar a una supuesta intervención foránea en
el conflicto, dejando de paso en claro que sólo a ellos les asiste
-históricamente- tal “derecho”.
Día tras día, las acciones
directas de las masas movilizadas en pos de sus legítimas aspiraciones y la
desproporcionada respuesta represiva estatal van dejando más que claro que éste
sistema no es una democracia, sino que la dictadura vil de los sectores
dominantes, de los defensores del capital monopólico-financiero, los cuales no
dudan en apoyarse en la represión y el crimen para defender sus intereses de
clase. Surge una exigencia que, aunque mínima, resulta perentoria: Piñera y su
gobierno deben renunciar y rápidamente se debe convocar a la instalación de un
gobierno provisorio, apoyado en representantes de las Asambleas Comunales y
Provinciales de todo el país.
No es éste el
tiempo de vacilantes ni de conciliadores, sino de aquellos capaces de impulsar
la resistencia popular y el despliegue de todas las formas del enfrentamiento
clasista. Poco y nada tiene que hacer el MP enredándose en una inútil y hasta
nefasta pelea por una Asamblea Constituyente o, peor aún, por entrar de lleno
en el juego de la patronal y los grupos mantenedores del sistema respecto de un
amarrado proceso de Convención Constituyente. Antes bien, es la hora de
recuperar la senda de la liberación social y de luchar hasta el fin por la
construcción de la sociedad socialista, la única que puede interpretar y dar satisfacción
a las justas y necesarias demandas de las grandes mayorías nacionales, ¡hasta
que la dignidad se haga costumbre!
¡A convertir
la ira social en Poder Popular!
¡Sin Justicia
Social no puede haber Paz Social!
¡Que se
vayan Piñera, los aprovechados y defensores del sistema de dominación e
instauración de un gobierno popular provisorio!
¡A
acompañar el levantamiento popular con un gran paro nacional productivo e
indefinido!
¡Sólo la lucha y la
unidad nos harán libres!
Círculo de Estudios Políticos Miguel Cabrera Fernández
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