“Condenan a hombre a 3 años de cárcel en
Inglaterra por quemar antena 5G culpándola del COVID-19”, “Personas queman antenas en Bolivia por creer
que estas propagan el COVID-19”, “Un
grupo evangélico peruano inyecta un medicamento veterinario a miles de personas
para la COVID-19”, “Estadounidenses
beben cloro como prevención al coronavirus”.
Todos
estos hechos son provocados por quienes hacen suyas, sin mediar ningún juicio
crítico, ciertas elucubraciones o ‘teorías conspirativas’ que aseguran que tras
la pandemia por COVID-19 se encuentran detestables fuerzas humanas,
manipuladoras, cuya única meta es acabar con la vida sobre la madre Tierra. Sus
instigadores también aseguran que el nuevo Coronavirus se creó en un
laboratorio, con la colaboración de China, EE.UU. y de algunos mercaderes de
las TICs (aunque hay versiones en que cada personaje lo crea para acabar con los
demás). A estas afirmaciones, ya de por sí inverosímiles, se vino a sumar una campaña,
variante de la anterior, realmente atentatoria contra la sanidad pública: el
‘negacionismo’ de dicha patología, el que podemos ver reflejado en los
siguientes encabezados: “Bolsonaro, que
lidera el movimiento negacionista del COVID-19, calificó al virus como un
‘resfriado miserable’”, “Miguel Bosé
afirma que el covid-19 no existe, es la gran mentira de los gobiernos y que la
tecnología 5G tiene relación con el coronavirus”.
Nos
resulta macabro, por decir lo menos, que tales patrañas sean esgrimidas
mientras a nivel mundial la cifra de enfermos por COVID-19 se empina a 8,82
millones y los fallecidos por su causa a 465 mil personas (21/6, U. J.
Hopkins). El Brasil de Bolsonaro es el 2º país con más contagiados, siendo Sao
Paulo la 3ª urbe con mayor cantidad de estos, y Chile es el 9º en la lista y su
Región Metropolitana ya es la 4ª en infectados (la España de Bosé es la 7ª
nación más afectada). Además, nuestro país cuenta con un fatídico record
mundial: somos el que presenta la mayor tasa de contagiados por millón de
habitantes.
Debido a la gran cantidad de comentarios e información sin fundamento
sobre el brote pandémico en curso, la OMS declaró una infodemia masiva; es decir, una cantidad excesiva de
información ‒en algunos casos correcta, en otros no‒ que dificulta que las
personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las
necesitan. “En esta situación aparecen en
escena la desinformación y los rumores, junto con la manipulación de la
información con intenciones dudosas. En la era de la información, este fenómeno
se amplifica mediante las redes sociales, propagándose más lejos y más rápido,
como un virus”, indica la OMS.
En el
caso de la infundada culpabilidad de la nueva tecnología 5G, en las redes
sociales se propaga como una verdad inapelable que las personas contraen el SARS-CoV-2
porque dicha tecnología, “debilita el
sistema inmunitario”. En realidad, son todos estos disparates los que más contaminan
la información en el mundo digital y que se propagan tan rápido como el brote por
la COVID-19. Y eso que la OMS ha dicho claramente que, "hasta la fecha, y
después de muchas investigaciones, no se ha detectado ningún efecto adverso
para la salud relacionado causalmente con la exposición a tecnologías inalámbricas".
En honor a la verdad, si bien es cierto que la OMS declaró a, “las tecnologías inalámbricas como
cancerígeno de nivel 2B", existen muchos tipos de productos que
consumimos habitualmente que lo son en propiedad, como el café, las frituras, los
pepinillos en vinagre o el aloe vera, según diversos centros oncológicos. Según
la clasificación de los máximos especialistas sobre el cáncer en España, por
ejemplo, el Grupo 2 son productos clasificados como probables carcinógenos para
el hombre y está subdividido en dos: 2A, alta probabilidad cancerígena y 2B,
baja probabilidad cancerígena. Incluso las bebidas alcohólicas y la carne
procesada están ubicadas en un riesgo más alto según esa misma clasificación de
la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer. Es más, los tan
difundidos rayos X, los rayos ultravioleta y los rayos gamma tienen probados efectos
negativos sobre el sistema inmune, mucho más potentes que las posibilidades de
la frecuencia 5G y hasta ahora nadie los acusado de facilitar el contagio del
Coronavirus.
Importante
es recordar que las teorías conspirativas sobre los orígenes e implicancias de
las epidemias/pandemias que asolan a la humanidad no son algo novedoso. Lo
mismo ocurrió con la ‘peste negra’, la sífilis, VIH-SIDA, el Ebola, influenzas
varias, etc. Hasta la aplicación de las vacunas, por ejemplo contra la polio,
cuenta con una larga historia de oposición y de especulaciones sobre sus
supuestamente nefastos efectos, la que se extiende hasta el origen mismo de las
inoculaciones. Pero fue una vacuna la que eliminó la viruela, cruenta
enfermedad que sólo en el siglo XX se calcula que causó 500 millones de muertos
en el mundo.
El modus
operandi de quienes difunden las teorías conspirativas sobre el nuevo
Coronavirus es bien conocido, sean individuos o miembros de asociaciones
ocultistas, en algunos casos, o con una orientación político-ideológica
conservadora, las más de las veces. Se aprovechan de una situación en la que
reina la incertidumbre -un virus nuevo del que se van conociendo datos con una
exasperante lentitud y en que los gobiernos cuentan medias verdades- y que
genera una angustia tremenda. Ante eso, los difusores del negacionismo ofrecen
un mensaje reconfortante: "Yo te doy
la verdad. Esto no está sucediendo y que nos digan que nos quedemos en casa no
es más que una herramienta de control gubernamental, ya que no hay ningún
peligro".
Y,
entonces, surge la duda acerca de los objetivos de los conspiradores detrás de
éstas teorías que se contradicen por sí solas. En muchos casos se trata de hacer
un buen negocio a través de la venta de productos, servicios, revistas,
suscripciones o publicidad asociada a ciertos medios. Son personas que no creen
lo que dicen y que no lo ponen en práctica ni en ellos mismos. Un ejemplo claro:
el melipillano Omar Gárate, que factura millones de pesos por año vendiendo su
pulsera de los “11 poderes”, velas, ungüentos y otras chucherías, crítico de la
medicina alópata, recurrió raudo a una clínica cuando le dio un infarto en 2019.
En otras ocasiones, los promotores de estas mentiras buscan favorecer las
intenciones políticas y económicas de grupos de poder y hasta de gobiernos
(caso de los bots que llenaron Twitter en las elecciones de EE.UU., en 2016,
donde resultó ganador el aprendiz de comediante Trump). Otros, realmente se las
creen, viven en una realidad paralela y difunden sus teorías de la conspiración
tanto como pueden, porque de verdad sienten que le están haciendo un favor a la
humanidad. Finalmente, existe un grupo de difusores, los mayoritarios, que
corresponde a aquellos engañados por los anteriores, que si bien no viven fuera
de la realidad, al carecer de información adecuada y un juicio crítico sobre lo
que reciben por las RRSS asumen como propias aquellas elucubraciones y las transmiten
con buena intención, generando daño y confusión en la comprensión de otr@s
respecto de materias trascendentes. Esto último es lo que podemos ver en páginas
y RRSS de izquierda, donde l@s propagandistas ‘conspirativistas’ provocan con
su accionar graves distorsiones en las discusiones colectivas y entorpecen la
síntesis colectiva, tan necesaria para una adecuada praxis de las fuerzas
populares opuestas al poder de los sectores dominantes.
Uno de
los grupos que en Chile e Hispanoamérica se ha puesto al frente de la
resistencia al distanciamiento social es el de las huestes de evangélicos. Es
notorio que las cabezas y los devotos de ésta religión, en su gran mayoría, prestan
un fuerte respaldo a presidentes reaccionarios como el estadounidense Trump o
el brasileño Bolsonaro, que buscan el regreso a la ‘normalidad’ económico-social
(la que sólo sirve los intereses de las minorías de esas formaciones) pese a la
creciente morbimortalidad por COVID-19 en sus países. Para el caso de Chile,
sobran ejemplos de la tozudez de algunas denominaciones protestantes y que ha
llevado a verdaderos dramas sanitarios (encuentro de pastores en Paine, brote por
el nuevo Coronavirus en acólitos de una iglesia en San Pedro de la Paz, etc.). Detrás
de esas posturas hay desde motivos de fe hasta intereses económicos de algunas
iglesias y sus pastores, que temen que la crisis disminuya la prosperidad y las
contribuciones que reciben de sus adeptos. Y claro, "Si paras de trabajar, disminuye tu diezmo". Asimismo, sus
líderes se destacan por una visión reaccionaria y sectaria de la religión
cristiana, y por su confluencia con posiciones de derecha, avalando la
desigualdad e injusticia sociales existentes como una situación de hecho y que
debe ser aceptada como parte de nuestra existencia en el ‘mundo’. Todo ello les
conduce a oponerse a medidas sanitarias que puedan propender a evitar lo
‘inevitable’.
Para
hablar con base en la realidad y respaldados en información contrastable con ella
respecto de la actual pandemia por COVID-19, baste decir que en prestigiosos
centros investigativos, de Occidente y Oriente, se ha logrado establecer que
ella tuvo un inicio y desarrollo naturales. Los estudiosos se basan para dicho
aserto en que el nuevo Coronavirus no comparte ninguna estructura fundamental
reconocidamente utilizada de forma previa. Los estudios señalan, con una alta
probabilidad, que éste surgió de la recombinación de un virus encontrado en
murciélagos con otros más, posiblemente provenientes de pangolines, también
conocidos como osos hormigueros escamosos. De hecho, el SARS-CoV-2 es un 96%
idéntico al Coronavirus hallado en murciélagos, pero con una cierta variación
que podría explicar el que se haya hecho tan infeccioso para los humanos.
Ya se
sabía, a partir del estudio de otros coronavirus, que ellos son capaces de
adquirir esta variación y que pueden llegar a ser más patogénicos. El actual
brote pandémico ha logrado expandirse vertiginosa y ampliamente ya que el nuevo
Coronavirus logró esquivar la compensación evolutiva entre severidad y
transmisibilidad, haciendo que sus síntomas, por lo general, no aparezcan hasta
que la persona infectada ha estado propagándolo durante varios días. Y la
explicación se da al nivel macromolecular, ya que se ha observado que la mutación
en las proteínas de la superficie podría haber desencadenado el presente brote,
proceso cuya ocurrencia –en todo caso- es de índole natural. Ahora bien,
respecto que el virus se originó en el mercado piscícola de Wuhan, también
resulta ser una idea equivocada, toda vez que los análisis apuntan a una
irrupción anterior.
Y si
todo eso se conoce y es posible comprender que los estudios sobre el SARS-Cov-2
siguen un rápido y constante desarrollo, ¿qué ocultan –entre otras cosas- los
payaseos y torpes teorías conspirativas de Trump? Pues, que la riqueza de los
multimillonarios de EE.UU., que totaliza los ¡US$3,512 billones!, la de Bezos,
Gates, Zuckerberg, Elon Musk, Soros, etc., durante éste período de pandemia -entre
marzo y junio- se ha engrosado en US$565 mil millones (aumentando un 20%). Y
ello ocurre al mismo tiempo que millones de personas en la Roma imperial de
nuestros días pierden sus empleos, ven esfumarse sus ahorros, son empujados a
la marginación y la expoliación, quedando expuestos a la enfermedad y la
muerte.
En
Chile, estos días, el gobierno derechista y el empresariado han levantado su
propia ‘teoría conspirativa’ para explicar el creciente número de enfermos y
fallecidos por la COVID-19. Tienen la desfachatez de acusar de irresponsable a
la mayoría nacional por no realizar la cuarentena estricta que esta misma les
exigiera en marzo pasado. Es más, amenazan a millones de trabajadores y pobres con
5 años de cárcel y onerosas multas de no cumplir lo que, de todas maneras, es
imposible para quienes están obligados a ir a trabajar a diario so pena de
morir de hambre. Y claro, se sabe que en Santiago (recordemos, la 4ª ciudad del
mundo con más contagios), el 40% de las empresas –que ya es muy discutible que
efectúan labores estrictamente esenciales- no se ha detenido durante la
emergencia sanitaria, lo que ha obligado a movilizarse a unos 2 millones de
trabajadores; además, existen unos 600 mil ocupados informales forzados a ir a
sus labores (la mayoría de ellos no cuenta con un contrato de trabajo escrito y
por lo tanto operan de manera irregular); y unos 580 mil trabajadores
“independientes” (que subsisten gracias a lo que obtienen en la calle, en
comercio ambulante, como jardineros, etc.). En suma, entonces, diariamente una
masa de 3,2 millones de personas se ve impelida a desplazarse por toda la
Región Metropolitana, la mayoría de las cuales lo hace hacinada en los
microbuses del Transantiago y en los vagones del Metro, haciendo imposible
cualquier medida de distanciamiento físico básico y reduciendo a la impotencia
cualquier esfuerzo destinado a constreñir las cifras de contagiad@s y
fallecimientos a causa del nefasto Coronavirus.
La
realidad que buscan con desesperación ocultar los sectores dominantes es que,
de no cambiar las condiciones económico-sociales impuestas por ellos a sangre y
fuego hace cinco décadas, la crisis que viene será descomunal. Y esta será una verdadera
debacle general de no lograrse prontamente contener y mitigar los efectos
de la actual epidemia por COVID-19, lo que sólo se puede hacer mediante
la implementación de una inmediata y efectiva Cuarentena o Cierre Total Obligatorio
Nacional, con distanciamiento social o físico básico, al menos por 1 mes, dejando
activos nada más que los sectores productivos y de servicios estrictamente
vitales, asegurando un sueldo mensual de $600 mil a cada trabajador que pase a
aislamiento –independiente de su tipo de contrato- por los próximos 6 meses,
con cargo a un alza de impuesto permanente a las grandes riquezas. Lo demás son
teorías conspirativas.
2020, junio, 21
Círculo de Estudios Políticos Miguel
Cabrera Fernández
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