DECLARACIÓN DE
PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA MIR
COPIAPÓ, CHILE, 23-24 DE FEBRERO DE 2019
I
El MIR
se organiza para contribuir a la construcción de la vanguardia revolucionaria de la clase trabajadora y los
pueblos de Chile, de los campesinos y proletarios rurales, de la pequeña
burguesía pauperizada y con posiciones de clase proletarias, del conjunto de
los explotados y marginados por parte del sistema de dominación capitalista
chileno, aspirando a ser un aporte a la emancipación nacional, social y humana.
El MIR se considera un continuador de las luchas por el Socialismo de Arcos y
Bilbao, y de Luis Emilio Recabarren, el líder del proletariado nacional; un heredero
de las tradiciones revolucionarias de nuestro movimiento popular; de Miguel
Enríquez Espinosa y de Lumi Videla, de ese gran conductor popular que es Salvador
Allende; heredero de toda la convicción y consecuencia revolucionaria de
quienes resistieron desde el primer momento el golpe militar del 11 de
septiembre de 1973, así como un impulsor y parte constitutiva de todas las
luchas reivindicativas y políticas en contra de la democracia patronal
instalada desde el 11 de marzo de 1990. Hacemos nuestra la gesta del Ché
Guevara, su ejemplo revolucionario y su insobornable lucha por una América
Socialista. Asimismo, nos hacemos uno con la Declaración de Principios original
del MIR, del 15 de agosto de 1965, y con todos los aportes realizados por éste
a la praxis revolucionaria del movimiento popular chileno.
La
finalidad del MIR es el derrocamiento, la destrucción del sistema capitalista y
su reemplazo por un gobierno revolucionario, dirigido por los pueblos y l@s
trabajador@s organizados en los órganos de poder que ellos mismos hayan creado
en la lucha por su liberación, cuya tarea será construir el Socialismo y
extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. La
destrucción del capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las
clases antagónicas.
II
El MIR
fundamenta su acción revolucionaria en el hecho histórico de la lucha de
clases. En nuestra formación, esto se constata en la existencia de un puñado de
explotadores, por un lado, asentados en la propiedad privada de los medios de producción
y de cambio; y por otro, l@s explotad@s, mayoría aplastante de la población que
sólo cuenta con la fuerza de trabajo, de la cual la clase burguesa extrae la
plusvalía. El MIR reconoce a la clase trabajadora como la fuerza motriz de la revolución
chilena, que deberá ganar para su causa a los campesinos y trabajadores del
campo, así como a la pequeña burguesía proletarizada con posición de clase. El
MIR combate intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios
de la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda estrategia
tendiente a amortiguar esta lucha. En
Chile no existe una burguesía nacional ni menos progresista. El enfrentamiento es inevitable, es la
cuestión del Poder lo que está en juego.
III
El
capitalismo no puede existir sin dejar de revolucionar permanentemente las
fuerzas productivas, lo que, por cierto, no impide la ocurrencia de las crisis
periódicas que le afectan y que dejan a su paso millones de cesantes, pobreza y
desigualdad. De manera directa, la existencia del capitalismo implica una
crisis en las condiciones de vida de millones de explotados y sus familias, lo
que se debe a que la producción de bienes y servicios sigue siendo social, pero
la apropiación de la riqueza social es sólo para un puñado de patrones. El
sistema capitalista en su etapa superior, el imperialismo, que desde fines del
siglo XX transita a su segunda fase, no puede ofrecer a la humanidad otra
perspectiva que no sea el régimen dictatorial y la guerra imperialista como un
intento último para apropiarse de los recursos naturales en su fuente misma, no
importándole el destino de los seres humanos y la naturaleza. La burguesía
pretende ocultar en determinados periodos su régimen de dictadura, ejercido a
través del Estado opresor, hablando en abstracto de libertad y de democracia,
pero la defensa de sus mezquinos intereses la llevan inevitablemente a imponer
regímenes de excepción constitucional.
El capitalismo, más aún en su fase superior, no sucumbirá presa de sus
propias contradicciones; por tanto, sigue en pie la tarea de la construcción
del ejército de sepulturer@s que dé cuenta de su destrucción.
IV
Con el
triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, uno de los rasgos más
sobresalientes es el carácter planetario que ha adquirido el proceso de
revolución social socialista. Todos los continentes han sido sacudidos por la historia
y el desarrollo del capitalismo a escala mundial. El que diversos procesos
revolucionarios hayan podido triunfar en numerosos países atrasados demuestra que
todas las naciones tienen condiciones objetivas suficientes para realizar la
revolución socialista; que no hay proletariados "maduros e
inmaduros". Las luchas por la liberación nacional, las condiciones mínimas
de vida, contra el patriarcado, la defensa irrestricta de los derechos humanos
y de protección de la naturaleza, se deben transformar, a través de un proceso
de revolución permanente e ininterrumpida, en revoluciones sociales,
demostrándose –en la práctica- que sin el derrocamiento de la burguesía no hay
posibilidades efectivas de realizar las tareas democráticas pendientes y que estas
se deben combinar, en lo inmediato, con medidas socialistas.
Hoy en
día, las luchas sociales populares, las revolucionarias, se han ido atomizando,
haciéndose muy locales y separadas de las otras de los siguientes niveles
(provinciales, regionales y más aún de las nacionales), así como circunscritas
a unos pocos sectores o frentes sociales. Una excepción a lo anterior, en cuanto
a sus niveles de organización y combate, que han ido de menos a más, ha sido el
del pueblo-nación Mapuche. Además, aún no se logran coordinar efectivas luchas
antiimperialistas al nivel internacional. En estos tiempos, el imperialismo
está en una posición hegemónica; ha logrado mundializar y transnacionalizar el
capital financiero. Por ende, debemos ser humildes, llevando el sentido de las
luchas desde lo simple a lo complejo; de las demandas inmediatas a las más
políticas, politizando todas las luchas economicistas; de lo local a lo
nacional y de ahí a lo internacional. No obstante, la misma
transnacionalización nos ayuda para extender la lucha, pues todas las partes
del sistema capitalista mundial han sido interrelacionadas a un grado extremo
por los propios sectores dominantes mundiales.
Mientras
la revolución no triunfe en los países altamente industrializados siempre se
cernirá sobre nosotros el peligro de una guerra nuclear o la debacle total de
la naturaleza y no se podrá alcanzar la sociedad sin clases. El imperialismo no
será derrocado por medio de la mera competencia económica entre regímenes
sociales opuestos ni por el recurso de la coexistencia pacífica, sino mediante la
revolución socialista en sus propios bastiones. Lo anterior no obsta a que la
primera tarea en las formaciones sociales periféricas sea el acometimiento de la
revolución social socialista, descartando de plano el reformismo, la
colaboración de clases y la vacilación, pero también desechando el culto a la
personalidad, la dictadura del partido por sobre toda otra consideración y el
establecimiento de vaticanos ideológicos; en suma, de toda práctica reñida con
la construcción del Socialismo, el cual se debe ir prefigurando desde ya.
V
Las
condiciones objetivas están más que maduras para el derrocamiento del sistema
capitalista. Si bien Chile ha tenido un
crecimiento capitalista relativo, con cierta preeminencia del sector económico
terciario, sigue siendo una formación social semicolonial, de desarrollo
capitalista atrasado, desigual y combinado. Los sectores dominantes burgueses
se encuentran entrelazados de manera
subordinada al capital monopólico-financiero transnacional. Dentro de ese marco,
sólo cabe para l@s revolucionari@s y el movimiento popular la lucha
ininterrumpida por la liberación nacional y el Socialismo, combatiendo las
falsas ilusiones acerca de una supuesta burguesía ‘progresista’, la
colaboración de clases y de la apelación a ciertos ‘atajos’ dentro del
enfrentamiento clasista. A pesar de la más que centenaria experiencia de lucha
popular en nuestra formación, el reformismo, el neorreformismo y ciertos movimientos
autodenominados ‘progresistas’ insisten en traicionar los intereses del
proletariado, del conjunto de l@s explotad@s, al llevarles una y otra vez a
transitar por caminos que no hacen más que avalar el sistema de dominación,
fragmentando sus luchas y escamoteando de paso la verdadera problemática de
fondo, la cuestión del poder. De ahí que la crisis de la humanidad y de nuestra
formación se vea cristalizada en la crisis de la dirección revolucionaria. Tras
la instalación de la democracia patronal -en marzo de 1990- dicha crisis no ha
hecho más que intensificarse, por lo que para tod@ aquel/lla que aspire al
cambio revolucionario en nuestro país sólo cabe levantar una política que
apunte a fortalecer todo el poder de los pueblos y l@s trabajador@s en su lucha
contra los explotadores y aquellos que les apoyan. Dicha estrategia de l@s
explotad@s y postergad@s no puede, no debe dejar de considerar la capacidad
efectiva material y ofensiva capaz de sostener la lucha hasta el final.
VI
En más
de 200 años de gobierno, las clases dominantes chilenas han entregado –a cambio
de sus correspondientes 30 piezas de plata- nuestras principales fuentes de riqueza
a las fuerzas del imperialismo, hipotecando la independencia nacional con
pactos y compromisos internacionales de tipo económico, político y militar; han
convertido a Chile en un ejemplo mundial de desigualdad social, con desprecio del
ser humano y del medioambiente, transformando todos los derechos humanos fundamentales
en viles mercancías. La burguesía y quienes la defienden en la esfera de la
política, alentados por el imperialismo y los usureros del crédito
internacional, han impuesto a las grandes mayorías nacionales sueldos y
jubilaciones de hambre; han coartado todo posible desarrollo nacional a causa
de una deuda externa espuria y antinacional; han llevado a la quiebra,
restándoles el apoyo crediticio y tecnológico, a extensos sectores de la
pequeña y mediana burguesía cuya producción se orientaba al mercado interno. A
fin de cautelar sus prebendas, los sectores dominantes han debido blindar la
impunidad respecto de los graves crímenes cometidos contra los pueblos y l@s
trabajador@s tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, y han aplicado
sin más su institucionalidad, plasmada en la constitución política de
1980.
Debemos
combatir para expulsar al imperialismo, nacionalizar sus intereses en Chile,
romper con los pactos que nos han sido impuestos, desconocer la deuda externa y
profundizar nuestras relaciones con aquellos países que luchan por defender su
soberanía ante el imperio. Ratificamos que
nuestra lucha apunta a superar el imperialismo, el capitalismo y el
patriarcado. Asimismo, ratificamos el carácter internacionalista y
esencialmente latinoamericanista de esa lucha, conformando y fortaleciendo las
redes entre l@s que luchan en nuestra América para la verdadera liberación
continental, por un continente Socialista.
VII
Las
directivas burocráticas de los partidos tradicionales de la izquierda, así como
del neoreformismo, defraudan las esperanzas de los pueblos y los trabajadores.
En vez de luchar por el derrocamiento de la burguesía, se limitan a plantear
reformas al régimen capitalista, en el terreno de la colaboración de clases; olvidan
el ejercicio de la acción directa y la tradición revolucionaria de los pueblos
y l@s trabajador@s. Incluso, sostienen que se puede alcanzar el socialismo por
la "vía pacífica y parlamentaria", como si alguna vez en la historia
de las clases dominantes hubieran entregado voluntariamente el poder.
El MIR
rechaza la teoría de la "vía pacífica" al Socialismo. Reafirmamos el
principio revolucionario de que el único camino para derrocar al régimen capitalista
es alentar y potenciar las formas y métodos de lucha que el propio proletariado
chileno y el conjunto de l@s explotad@s se ha dado desde los combates
antidictatoriales, y desde antes, tales como la huelga legal e ilegal, la
ocupación de tierras y las corridas de cercos, las tomas de fábricas y
terrenos, los grupos de auto-defensa, la propaganda armada, la lucha
guerrillera urbana y rural, los choques callejeros con la reacción y la
represión, etc.
VIII
Frente
a estos hechos, hemos asumido la responsabilidad histórica de refundar el MIR
para contribuir a la unificación, por encima de todo sectarismo, a los grupos
militantes revolucionarios que estén dispuestos a emprender rápida, pero
seriamente, la preparación y organización de la Revolución Socialista Chilena.
El MIR
se define como una organización política del campo popular chileno, regida por
los principios del centralismo democrático. Asume los conceptos marxianos del
materialismo histórico y dialéctico como una guía para la acción, enriquecidos ellos
por el aporte de toda la teoría revolucionaria elaborada en las últimas décadas,
la cual debe servirnos para censar la realidad de nuestra formación social, sus
contradicciones e interrelaciones, la composición y el alineamiento clasista, la
vinculación dialéctica entre los sujetos sociales, su relación con las otras
formaciones capitalistas periféricas de América Latina y el imperialismo, etc.,
a fin de elaborar la teoría para la praxis revolucionaria en la formación
social chilena.
MOVIMIENTO DE
IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
MIR
Coordinadora Nacional MIR
Copiapó, Chile, febrero 24 de
2019
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