Frente a: “El
Exitismo Electoral en el Actual Escenario Electoral”
Primeramente,
no cabe sino concordar con el hecho que el/la chileno/a medio/a se ve pleno/a
de expectativas positivas cuando las cuestiones parecen ir por la senda
esperada (aunque, digámoslo, ello no es más que una característica universal del
ser humano). ¿Y no constatamos esto en la generalizada confianza que inicialmente
se asignaba al desempeño que tendría la selección nacional de futbol en la Copa
América en curso, augurándole todas las posibilidades de pasar a la fase final,
basándose en el buen cometido de las grandes figuras de la ‘generación dorada’?
Sin embargo, todo se fue al tacho, tanto por la serie de empates y la derrota
frente a Paraguay como al saberse que el siguiente rival sería la
Verde-amarela. Y claro, nadie se paró a pensar que no es lo mismo una estrella futbolera
considerada aisladamente (lo mismo que un DT, por muchos pergaminos que tenga) que
un equipo, una escuadra, de colegas que persiguen una meta común.
Pudiera
parecer que lo anteriormente expuesto no tiene relación con lo señalado por
Fernando Fuentes, autor del trabajo que analizamos, pero permítasenos aclarar
lo que sigue. No creemos que pueda ser comparable la algarabía de los/as chilenos/as
cuando triunfa la “roja” con aquella que se suscitó luego de conocerse los
resultados de las últimas votaciones (¿cuántas celebraciones conmovieron las ‘Plazas
de la Dignidad’ a través del país cuando el Servel anunció lo que era evidente:
que los reformismos pequeñoburgués y tradicional, junto con el neoreformismo, tienen
mucho más peso relativo que la derecha en la arena de la política?). En
realidad, la felicidad sólo se produjo en los limitadísimos sectores políticos
y sociales adscritos a la autodenominada “oposición”, mientras que el grueso de
la población demostró, por enésima vez, su evidente despecho por un régimen
político que sólo tiene apariencia de democracia (por lo tanto, “¿para qué ir a
votar?”), así como por las figuras que intentan mantener y cuando mucho
azucarar el sistema heredado de la dictadura (en votación para Gobernadores
Regionales, en las comunas populares no sufragó más del 15%, en tanto que un
45% lo hacía en las ABC1).
Es
en ese cuadro que a la izquierda consecuente y rupturistamente anticapitalista
no debiera preocuparle si algo se ganó o perdió en relación con unos pocos
votos depositados en las urnas. No obstante, no podemos cegarnos y pensar que
el alto grado de abstencionismo electoral, junto con el creciente rechazo de la
ciudadanía a los integrantes del estrato político-civil y las instituciones
estatales, implique que la mayoría nacional se siente identificada con sus
políticas y objetivos, máxime si consideramos que esa izquierda se encuentra
más en el ámbito de las posibilidades de constituirse que en el de la unidad
concreta. Al menos y sirva de consuelo, tampoco la derecha, los grupos
mantenedores del sistema de dominación y cierta izquierda vacilante las tienen
todas consigo.
Ni
siquiera es urgente si renuncia Piñera o si gana uno u otro politicastro (en
efecto, quien asuma el ejecutivo seguirá, “gobernando dentro de las reglas
impuestas por el actual modelo de dominación”). Lo realmente perentorio y
decisivo, estamos convencidos, es la conformación de la organización política de
las/los anticapitalistas decididas/os, la cual, aunque sea pequeña y no merezca
más que las críticas de los reformistas y neoreformistas, de quienes creen que
el fin de la lucha popular es sólo ensanchar al máximo el bienestar social (y
no la emancipación de toda forma de opresión y explotación), tenga la capacidad
de dotarse del mapa y de todos los elementos necesarios para echarse a andar
por un escarpado y áspero terreno; de hacer suyas las aspiraciones y las
demandas de las/os explotadas/os y excluidas/os y de plasmarlas en el Pliego de
los Pueblos y las/os Trabajadores de Chile; de enarbolar las banderas de la
liberación plurinacional y social, latinoamericanista, anticapitalista y antiimperialista;
construida al interior de las fuerzas, frentes y territorios populares y al
calor de sus luchas. No negamos que son todas tareas y esfuerzos titánicos,
pero, ¿cuándo no ha sido así para quienes aspiran al cambio radical de un
ordenamiento asentado en el antagonismo de clases?
Nos
asiste el convencimiento que sí la izquierda consecuentemente anticapitalista no
llega prontamente a contar con un mínimo nivel organizativo, unitario, política
e ideológicamente sólido, asentado en el movimiento popular y que contribuya a
la construcción del contrapoder de las/os explotadas/os y marginadas/os de
Chile, no será posible dar continuidad política y organizativa a las luchas del
campo popular que nacional y esporádicamente sacuden nuestra formación, y que
una y otra vez sólo han venido sirviendo de pasto para que ciertos ‘dirigentes’
pasen a ocupar lugares destacados en los salones del Congreso y en las oficinas
gubernamentales. No cabe dudas que si esa izquierda no logra mínimos niveles
organizativos y de intervención práctica, sólo persistirá su frustración y la
de amplios contingentes populares frente a los magros resultados obtenidos
luego de las mentadas convulsiones del cuerpo social nacional, a la par que de
nada valdrán todos esos sesudos y valientes análisis y diagnósticos sobre la
‘realidad concreta’, tan gratos a ciertos diletantes de la causa proletaria.
Y
no se diga que no existe sustrato orgánico para avanzar en la tarea de levantar
un referente del tenor indicado. Existen hoy, a lo largo y ancho del país,
innumerables Asambleas Populares, sociales y/o territoriales; Ollas Comunes y
Comprando Juntos; Coordinadoras por demandas sectoriales y transversales;
Sindicatos y Asociaciones laborales democráticamente independientes;
Organizaciones de Defensa de los territorios físicos y culturales; muchas y
esforzadas organizaciones estudiantiles, secundarias y universitarias;
orgánicas político-sociales que resisten y van al choque contra la represión en
cada oportunidad que lo amerite; etc.
Ahora
bien, puestos a conversar sobre lo anotado por Fuentes, no estaríamos tan
optimistas como él acerca del probable desempeño electorero de Jadue. Lo más
seguro, según diversas fuentes dignas de crédito, es que en las presidenciales
se dé un cuadro similar a lo acaecido con la elección del DC Orrego como
Gobernador de la Región Metropolitana; es decir, un final a dos bandas entre
las dos fuerzas principales de la “oposición”, la cual es dirimida por la
derecha y en que, en última instancia, la balanza se inclina a favor de los
sectores pro-sistema.
Sobre
los seguidores de la Lista del Pueblo, nos asalta una duda diferente a la del
autor del texto: en lo porvenir, ¿serán capaces de seguir promoviendo y
participando de la movilización popular más ofensiva o su dirigencia,
apoltronada en los mullidos sillones del poder, les ordenarán dejar las calles y
conformarse con ser rebaño electoral y/o claque que sirva de amenaza para ganar
más espacios oficiales? Ya se sabe, las elecciones no son sino la renovación de
las partes constitutivas de la estructura formal del Estado de clase, y no
pasan de ser un mecanismo de autoconservación de la clase dominante en el poder
por un método más refinado y sutil que la simple coerción.
Sobre
el quehacer del PCCH, no cabe sino concordar con las afirmaciones del compañero
Fuentes. Eso sí, permítasenos agregar que la ex autoproclamada “vanguardia del
proletariado” no deja de mostrarse cómoda junto a los sectores representados
por el FA, espacio donde juega un poco a recuperar su rol reformista clásico,
el que se desdibujara tras su pasó por el gobierno y su adscripción a la
exNM.
Se
hace necesario, asimismo, que precisemos que el exintegrante de la CP del MIR,
Humberto Sotomayor, no fue condenado a muerte por la organización tras huir y
dejar sin asistencia táctica y médica a Miguel y su compañera embarazada, aquel
ominoso 5 de octubre de 1974. Así, en El Rebelde Nº 102, de diciembre de ese
año, la CP comunicaba públicamente que Sotomayor: “(…) ha sido expulsado del
MIR, (…) por los cargos de deserción, cobardía y traición”, agregando más abajo
que, “El MIR, es riguroso en la vigilancia del cumplimiento de las reglas
partidarias y en la sanción de las faltas cometidas por sus miembros.
Doblemente riguroso es en la sanción de los dirigentes. Añadía la CP: “El asilo
es una forma de deserción (Tonio se asilaba luego de huir). Y finalizaba su
declaración la raleada y heroica CP: “Actitudes como las Humberto Sotomayor no
empañarán jamás el ejemplo de nuestro Secretario General, compañero Miguel
Enríquez, ni debilitarán la decisión irrevocable de nuestro partido de luchar
hasta derrocar a la dictadura gorila, de combatir hasta la victoria o la
muerte”.
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